Aparecio un dia, como aparecen los perritos callejeros: de la nada; se gano el cariño de todo un barrio con el que compartio 21 años y nadie lo olvida. Tiene su propio mural que lo inmortalizo en la zona donde supo hacer sus travesuras y alegrar a los vecinos y los chicos del lugar. Una historia de amor en estado puro y un callejero de ley que se gano su lugar a fuerza de cariño.

"Era callejero por derecho propio..." Cuando Alberto Cortez creó "Callejero", uno de sus temas emblemáticos, Chicho todavía no había nacido, pero seguramente hubiera sido una gran inspiración para el cantautor pampeano. Es que la historia de este famoso perro de la Plaza Brown, en Adrogué marcó a fuego a los vecinos del lugar, tanto que tras su muerte, decidieron inmortalizarlo en un mural que mantiene vivo el recuerdo de su gran cariño.

José Jaimes es el dueño del puesto de diarios que hay en ese lugar y es un testigo privilegiado de las andanzas y la particular personalidad de Chicho, el perro que durante 21 años fue el centro de atención de la zona. Y sigue siéndolo ahora, con un mural que se pintó en el puesto de diarios.

Es el propio José el que se encarga de narrar esta especial historia de Chicho: "Un día apareció un perrito, un callejero, tendría 4 o 5 meses y decidimos darle de comer y cuidarlo... Estuvo 21 años con nosotros y cuando falleció decidimos enterrarlo en la plaza, donde estuvo toda su vida".

Fueron muchos años y Jaimes destaca que "todo el barrio se crió con el perro; le hicimos una cucha en la parte de atrás del colegio número 1 y a la madrugada, cuando llegábamos a abrir el puesto, se venía sin dudarlo; le dábamos de comer, se formó una linda amistad"; y recuerda que "cuando era viejito, lo íbamos a buscar a la cucha, lo traíamos en brazos hasta el kiosco y después lo llevábamos a la cucha".

Fue una relación que se afianzó con el tiempo "los chicos del barrio, del colegio, le daban de comer, lo llevábamos al veterinario, era realmente la mascota del barrio", recuerda Jaimes y eso quedó reflejado el día de su muerte: "había más de 30 personas en el entierro que le hicimos en la plaza. Fue muy emotivo, la gente lo quería mucho", explica con emocionadas palabras.

"Con el tiempo -dijo José- sentía que estaba en deuda, que debía hacerle un homenaje y por eso me decidí pintar el puesto de diarios; me contacté con una pareja de muralistas y pintaron su imagen en la parte de atrás del kiosco. Toda la gente pasa y dice que está muy parecido, la gente del barrio lo reconoce", dice con orgullo.

A Chicho nunca le faltó nada: comida balanceada, sus vacunas y el cariño de la gente, hasta que un día una familia lo quiso adoptar, para darle un hogar, "pero él se escapaba de la casa, se había encariñado con el placero y conmigo", comenta Jaimes sobre la relación que se formó con este verdadero "callejero de ley".

El romance entre Chicho y la gente del barrio duró 21 años, pero su gente no lo olvida y cada día puede verlo en un hermoso mural, que da a la calle, a la plaza que lo cobijó, a su lugar en el mundo. Un callejero de ley.

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