¿Qué tenía aquel
Huracán que Menotti distingue como su obra cumbre, incluso por encima del Mundial 78 que ganó Argentina y del Mundial juvenil del 79 en Japón, con Maradona como estrella máxima? Algo esencial: le sobraba fútbol. Y le sobraba creatividad y vuelo para encarar y resolver los partidos. Hasta generaba la sensación de que era sencillo jugar como lo hacía Huracán. Es que el equipo (cuya base estaba integrada por Roganti; Chabay, Buglione, Basile y Carrascosa; Brindisi, Russo y Bagington; Houseman, Avallay y Larrosa) había naturalizado el perfil de la excelencia. Y cuando un jugador o un equipo accede a ese escenario infrecuente, parece desarticular todas las complejidades del juego. Y convierte en simple lo difícil.
Un par de décadas después de la conquista, el
Lobo Carrascosa, quien era el jugador políticamente más ideologizado del plantel, nos acercó esta reflexión: "El mensaje vino muy claro desde arriba. Menotti, con apenas 35 años ya manejaba conceptos muy ricos y esclarecedores. Y ese mensaje futbolístico y también ideológico para interpretar el juego, Huracán lo desarrolló con un nivel de individualides extraordinarias. No tengo dudas de que ese equipo, al que ahora valoro mucho más que antes, le cambió la cara al fútbol argentino".
Tenía razón Carrascosa. Huracán del 73 resignificó valores que el fútbol argentino parecía haber perdido. No por la habilidad extraordinaria del Hueso Houseman, ni por la versatilidad ofensiva de Brindisi, ni por la estirpe lujosa del Inglés Babington, ni por el talento de Larrosa. Reivindicó el concepto que hoy abraza el Barcelona. El culto a la pelota. Al toque, a la circulación, a la bola por abajo, a la pared, al desborde y al gol inminente que Menotti supo definir como "un pase a la red".
Omar Larrosa le suma su pensamiento a la gesta del 73: "Nosotros, en definitiva, lo que hicimos fue jugar el fútbol que identifica a los argentinos. Y jugamos como lo viene haciendo el Barcelona, aún en campos donde era casi imposible tocar de primera. La gran clave fue la cantidad de variantes ofensivas que teníamos, respaldadas por un ritmo y una dinámica espectacular. Nos movíamos con dos puntas que eran Houseman y Avallay, pero al área rival podía llegar cualquiera tocando o vacío".
Llegaron tanto que de los 62 goles que convirtió Huracán en
32 partidos (ganó 19, empató 8 y perdió 5), Larrosa fue su máximo goleador con 16 conquistas, Brindisi 12, Avallay y Houseman 10 cada uno y Babington 8.
Detrás de los números, siempre relativos e insuficientes para medir y revelar capacidades y talentos, quedó la magia intacta de aquel Huracán inolvidable que aún perdura junto a su sentido de pertenencia.
Por eso el recuerdo. Que hoy también es gratitud y memoria colectiva.