Melián otra vez desperdició una chance de ser campeón APB y clasificarse a los JJOO, pero ahora cayó con justicia y fue responsabilidad suya. La alarma es que viene de mayor a menor, y pierde ante púgiles inferiores a él, que ya había vencido. ¿En qué le pifia alguien con excelentes condiciones físicas, que entrena a full, y tiene la técnica como para ganarle a cualquiera?

 Lo que más llamó la atención en la derrota por puntos del cordobés Alberto Melián en Guiyang, China, el viernes pasado en la final de la APB de la AIBA, a manos del local Jiawei Zhang, fue la forma.

La forma en que peleó. La forma sumisa en la que resignó su chance de clasificarse directamente a los JJOO de Río '16, en lo que hubiera sido un acto de justicia, aunque todavía le quedan tres instancias más, una aquí, en nuestro país, en el pre olímpico a realizarse el año próximo.

Melián cada vez se parece más a Maravilla Martínez. Lo imita. Copió sus movimientos de manos bajas, su caminar, su estilo poco ortodoxo. Y al igual que Maravilla antes de consagrarse, sus peleas terminan transformándose en un constante forcejeo sucio, con amarres y clinchs en exceso, porque al entrar en el cuerpo a cuerpo con esa guardia –mejor dicho, sin guardia-, donde desaparece la media distancia, se pasa de un extremo a otro bruscamente, por lo que la única defensa es el amarre. Y se propicia el choque.

Evidentemente él se siente cómodo así, o está buscando su identidad.

No era su estilo hasta hace poco, y por alguna razón lo está cambiando. A juzgar por los resultados que obtuvo el quilmeño, habría que dejarle la libertad de probar.

Sin embargo, para aplicar con éxito esa fórmula, son necesarias dos cosas: velocidad de piernas, y justeza en el impacto.

Lo primero lo posee. Tiene la velocidad de piernas de Martínez como para entrar y salir, ajustando la distancia con ellas, pero carece de explosión y justeza en la pegada, cosa que Maravilla incorporó con el tiempo.

El punch es para que el rival no acorte, y si lo hace que no le resulte gratis. De lo contrario estará obligado a pelear mucho en la corta, cuando tal guardia exige que uno lo haga siempre en la larga, o en la extra larga.

Si Melián no adquiere la explosión necesaria en su golpe como para dañar, deberá imperiosamente aprender a trabajar en la corta, cosa que no sabe. Y él, antropométricamente, no es ni tan largo, ni tan corto, como para especializarse en una sola de ellas.

Analicemos. ¿Tiró algún hook el cordobés? ¿Tiró algún uppercut?

Ése es uno de sus grandes déficits.

Perder la ortodoxia no es olvidarse del menú de golpes, y Melián apenas usó el directo y el cross. No arrojó un solo uppercut, que era la mano ideal para el avance de Zhang con la cabeza adelantada, la misma con la que cortó al negrito Njangiru en la pelea anterior, y con la que le voló un diente a él en ésta, sin que el árbitro polaco Gorny Mariusz le llamara la atención, más que  tenuemente y para la gilada.

Tampoco pegó un maldito hook, indispensable si la lucha se plantea cuerpo a cuerpo, como en las dos últimas.

Ahora bien, ¿lo entrenará? ¿Lo practicará? ¿Le saldrá? ¿Será consciente de cuáles debieran ser sus armas más listas para la línea que él propone? ¿O será que improvisa sin el menor guión?

Hubo aquí pocos púgiles en los últimos 30 años que usaron la guardia baja, más allá de Maravilla Martínez: uno fue Pedro Armando Gutiérrez, y el otro Miguel Francia. Ambos pupilos de Julio García, técnico de Melián. ¿Será casualidad?

No obstante, pelear todo el tiempo así sin noquear, ensucia la vista. No es casual que sus últimos resultados hayan sido juzgados por debajo de su rendimiento, justa o injustamente, perdiendo, empatando, o ganando ahí nomás ante púgiles a quienes no hace mucho dominaba con un estilo más ortodoxo.

Sin ir más lejos, Benson Njangiru, a quien para esta instancia la AIBA perjudicó sacándolo de la final por una herida producida por el chino Zhang de un cabezazo, sin haber perdido ante él en 1ª ronda, combatió al día siguiente y venció a Javid Chalabiyev, el azerí con quien Melián empató en 1º ronda.

Njangiru le ganó en las tarjetas con comodidad: dos 77-75 y una 79-73.

Melián al negrito lo superó ampliamente acá en Bariloche el año pasado, en la primera pelea de la APB, que dicho sea de paso, fue la única que perdió el africano.

Sin embargo a Chalabiyev, pese a dominarlo, no pudo vencerlo según los jueces, cuyas tarjetas arrojaron un empate.

Es evidente que su boxeo actual no es del agrado de la AIBA, y sería inteligente adaptar las cosas según la óptica de quien va a evaluar. A menos que el cordobés esté involucionando.

Hoy habría que ver si Melián podría vencer a Njangiru. ¿Qué hubiese pasado en una final ante él, en vez de ante el chino Zhang?

¿Habrá existido una carga sicológica ante Zhang, por saber que era el local, y por la ineludible paranoia de pensar que le armaron una cama?

Sea como fuere, su rendimiento no se incrementó, y es innegable que pese a su contracción al gimnasio, va de mayor a menor, alarmantemente. ¿Sicológico, técnico, o estratégico?

Melián no subió dominante. Especuló demasiado y esperó más de la cuenta. Decidió depender de lo que hacía Zhang, que no era mucho, pero en esa paridad todos los rounds iban para el otro lado, sin derecho al pataleo.

A round parejo, alevosamente iba todo para China, y eso agravó más aún la actitud del cordobés, que lo sabía de antemano, y aún así subió con la guardia baja. Porque una cosa es no dejarse llevar por delante, y otra muy distinta saber llevarse por delante uno al oponente, como no hizo, y como no sabemos si será capaz de hacer.

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