24 años de negociaciones realizadas por todos los gobiernos, a partir del de Carlos Menem, concluyeron con el resultado exitoso anunciado el viernes. Una oportunidad histórica de la que, con la mirada en los comicios, el gobierno buscará sacar tajada y la oposición resistirá. Vidal va a la guerra sólo con sus fieles

Fue "un día negro para los intereses nacionales", sostuvo el primer candidato a diputado nacional por la lista kirchnerista de la Ciudad de Buenos Aires, Fernando "Pino" Solanas, al calificar el acuerdo Mercosur-Unión Europea alcanzado el último viernes. Su declaración merece el valor de quien se recuerda sus encendidos cuestionamientos al Metrobus de la 9 de Julio.

En rigor, puede haber sido "un día negro" para la oposición kirchnerista, varios de cuyos referentes salieron a cuestionar lo que representa un éxito del gobierno de Mauricio Macri.

"No hay nada que festejar", se apresuró a expresar el candidato presidencial Alberto Fernández, poniendo en duda los "beneficios concretos" para nuestro país del acuerdo, al dar por sentado los "perjuicios para nuestra industria y el trabajo argentino" que traerá en consecuencia. Del último ministro de Economía de la anterior gestión, Axel Kicillof, podría haberse esperado una visión más amplia, pero no: "una tragedia", sintetizó sin medias tintas. Curiosa visión para quienes fueron parte de gobiernos durante los cuales también se trabajó con la Unión Europea para alcanzar el entendimiento finalmente logrado, tras 24 años de negociaciones. Aunque tuvieron una intensidad limitada durante los años kirchneristas, pero por las reticencias europeas.

El gobierno celebró alborozado lo que definió como un "histórico acuerdo", y por el que se sabe venía bregando desde el primer día. Creyeron estar en condiciones de anunciarlo el año pasado, pero se frustró por la presión de Francia, y finalmente ahora logró ser rubricado. Es, por donde se lo mire, una gran noticia: la integración económica con un socio mayor siempre trae beneficios para el más pequeño -sobre todo al principio-, aunque nada está enteramente garantizado. Y demandará tiempo, años. En algunos casos porque así lo establecen reglas establecidas a pedido del Mercosur. En términos industriales, por ejemplo -una de las críticas más severas de parte de la oposición-, se le dará tiempo al Mercosur para adecuarse a la potencialidad y el poderío tecnológico y financiero que tiene Europa. Como contraparte, no todos los productos agropecuarios de nuestra región, que en este caso tienen ventaja sobre los europeos, gozarán de libre acceso.

Será un largo camino, pero el acuerdo alcanzado es un hito que quedará en los libros de historia, cualquiera sea el desenlace. Así lo entendieron también Bolivia y Uruguay, cuyos gobiernos aplaudieron el acuerdo, que revitalizará un Mercosur que, recordemos, cuando asumió hace seis meses Jair Bolsonaro parecía muy poco interesado en mantener vigente.

Así como la oposición que opinó hizo una interpretación de neto tinte electoralista, no puede esperarse que el oficialismo no haga un uso en el mismo sentido con semejante noticia. Conocida justo en un ámbito que le sienta bien al gobierno, como es la reunión del G20. Todavía está fresco el recuerdo de la cumbre realizada en Buenos Aires y aquella gala en el Colón, con la emoción de Macri en medio de los aplausos de los líderes más importantes del planeta. Esa vez la imagen del Presidente experimentó un súbito repunte, luego de haber caído en picada durante buena parte del año por la corrida cambiaria. Muchos en el gobierno se ilusionan con que esta buena noticia apuntale una intención de voto que viene repuntando.

Una encuesta conocida la última semana elaborada por Synopsis pone a la fórmula Macri-Pichetto en un 36,2%, mientras que FernándezFernández tiene un 40,3%. La diferencia entre ambos es de 4,1 puntos, justo la medición de José Luis Espert, que finalmente fue habilitado para competir en las PASO y cuyo voto se intuye de origen macrista. En esa encuesta Lavagna tiene un 9,1% que el gobierno también considera más cercano a votos propios que al kirchnerismo. Se verá en un eventual balotaje.

El margen de ventaja de la fórmula K estaría dentro de lo "aceptable" para el gobierno, si la encuesta de Synopsis fuese el resultado final de las PASO. Porque cuatro puntos son revertibles, entiende el oficialismo, que se espanta ante la posibilidad de una diferencia mayor, como auguran otros encuestadores. Hasta siete puntos es el margen tolerable, dicen; una diferencia mayor supondría una corrida hacia el dólar el día después de las primarias. Ese espanto hacia un triunfo kirchnerista aceleraría precisamente tal resultado en octubre, advierten propios y extraños.

De ahí la intención fugaz de eliminar las PASO. La avanzada provino del presidente del radicalismo, que motorizó a sus legisladores para presentar iniciativas en ese sentido que jamás hubieran prosperado en un Congreso inactivo y donde el oficialismo está en franca minoría. La movida duró apenas un par de días y sirvió tan solo para que el gobierno hiciera un poco de demagogia, criticando el gasto que insumirá esa elección. Pero es cierto que no son pocos los que en el gobierno le temen a las PASO porque auguran que en poco más de 40 días no se sentirán aún los efectos de una mejora de la economía y que, por el contrario, un mal resultado podría precipitar las cosas hacia octubre.

A la que se le atragantó semejante idea fue a la gobernadora bonaerense, que sí necesita de las primarias. Sin posibilidad de balotaje, para ella la elección del 11 de agosto será una verdadera primera vuelta y en octubre se jugará la continuidad. Gana o pierde por un voto, y hoy por hoy corre de atrás.

Llamó la atención la mano dura con la que actuó María Eugenia Vidal en el armado de las listas bonaerenses, donde tuvo amplias facultades para actuar, tanto en la nacional, como en las provinciales. El dato saliente -e inesperado- fue el fuerte desaire a Emilio Monzó, cuyas acciones habían vuelto a cotizar alto a partir de la llegada de Pichetto al oficialismo. El empujón hacia afuera de Cambiemos del presidente de la Cámara baja es una señal contradictoria para el círculo rojo, que se ilusionaba con una apertura del gobierno en un eventual segundo mandato de Macri, pero ahora tiene dudas.

En el gobierno se desentienden de la situación, argumentando que el maltrato a Monzó se dio en las listas provinciales, de las que excluyeron a toda su gente, y eso corrió por cuenta de la gobernadora. Pero en la Rosada no podía pasar desapercibido el efecto que la medida tendría y no hubo ningún intento de compensación, cuestión de que el tercero en el orden de sucesión presidencial no quedara tan maltrecho.

¿Por qué actuó así Vidal?, se preguntan quienes advierten que en este cierre de listas ella estuvo lejos de ser Heidi. Algunos contrastan su actitud con la del jefe de Gobierno porteño, que amplió el espacio al máximo, repartiendo los primeros puestos de sus listas a aliados, y resignando muchos lugares del PRO aun para ex adversarios.

"Pasa que Horacio (Rodríguez Larreta) está viendo por cuánto margen puede llegar a ganar, quiere ser el primer jefe de Gobierno en imponerse en primera vuelta -explicó un allegado a la gobernadora-. María Eugenia en cambio va a la guerra".

Porque así definen en el vidalismo esa elección a todo o nada que tendrá que enfrentar por culpa de que el gobierno nacional cometió el error histórico de no permitirle desdoblar la elección. "Y a la guerra quiere ir solo con los leales", concluyó la fuente consultada. Porque no admite medias tintas en la elección, y si gana, quiere una Legislatura absolutamente confiable. Y si pierde, podría agregarse aunque no lo dicen las fuentes, no quiere una tropa desbandada que termine sumándose en algunos casos al nuevo oficialismo.

Que Vidal no fue la única en ensañarse con la gente de Monzó lo muestran las posiciones que les asignaron a Silvia Lospennato y Sebastián García de Luca: cuarta y noveno, respectivamente. Tranquilamente podrían haberles dado mejores ubicaciones, independientemente de que igual serán elegidos. Y en Córdoba, cuando finalmente hubo que resignar un lugar para poner a Luis Juez en un lugar expectante, sacaron a Javier Pretto, presidente del PRO y hombre del monzoísmo.

En el armado de listas nuevamente el oficialismo no contempló qué necesita en el Congreso y privilegió en cambio atender pedidos y castigos. Por caso, en Capital Federal Pablo Tonelli, presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales, quedó en el puesto séptimo. El oficialismo confía que en ese distrito conseguirá meter siete diputados, pero tendrá que ser una elección muy buena. Si no resulta, terminarán perdiendo incluso un lugar en el Consejo de la Magistratura, donde Tonelli es pieza clave para el gobierno.

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