El mítico reducto de Pompeya mantiene intacta la magia que lo ha caracterizado desde 1944 junto al 2 x 4 y a diferentes personalidades de distintas épocas como José Sacristán, Soledad Silveyra y Pablo Rago, entre otros.

El barrio de Nueva Pompeya se ha convertido en los últimos años en objeto de una serie de cambios que lo han modernizado para una mejor puesta en valor, sin que por ellos pierda la identidad. Una buena prueba de ello es la vigencia del mítico bar “El Chino” que desde 1944, y con varios cambios en su haber, se ha convertido en uno de los reductos tangueros que reciben peregrinaciones de aficionados y turistas.

El local de la calle Beazley al 3600, inaugurado por el padre de Jorge “El Chino” Garcés, el hombre que lo llevó a su esplendor, y que comenzó a hacerse famoso entre los vecinos y los taxistas que paraban en el lugar en los tiempos en los que funcionaba como bar y almacén, y escuchaban el debut vocal de varios aspirantes a tangueros en peñas realizadas “de 10 a 10”.

Con el correr del tiempo, se fue propagando entre los porteños la magia que destilaba el reducto del Chino y por eso comenzaron a visualizarse extrañas mescolanzas de personajes en sus mesas: jubilados, extranjeros, políticos y, como no podía ser de otra manera, integrantes de la farándula vernácula e internacional.

Todo comenzó cuando el actor español José Sacristán llegó por primera vez al local junto a su pareja Leonor Benedetto y comenzó una relación de amistad con “El Chino” a quien le admiró su capacidad de trasladar la sensación de estar en el patio de su casa en su infancia con la ambientación del local, que incluía entre, otras cosas, los clásicos pingüinos con los que se servía el vino y una radio spika.

‘Lo que ahí ocurre, no me ha ocurrido en otro sitio”, decía el actor, que terminó convocando involuntariamente a nombres como Soledad Silveyra, Carolina Papaleo, Pablo Rago e inclusive Federico Storani, figuras que luego pasaron a formar parte de la decoración junto una foto de Carlos Gardel y el clásico banderín de Huracán que colgaba de una pared junto a pósters del campeonato obtenido en 1973.

“El Chino” Garcés murió el martes 21 de agosto de 2001. La muerte de su hijo, producida apenas siete meses atrás, le caló hondo en su corazón que no pudo resistir la tristeza y cedió.

Los habitués del bar todavía extrañan su encanto magnético, su modo de limpiar las mesas con un trapo rejilla, y sobre todo de servir el asado de una manera tal que los comensales salían del local con la engañosa sensación de haber probado el mejor de todo Buenos Aires.

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