El recuerdo del caso del dentista Barreda
Hace 19 años, también en noviembre y en La Plata, otro caso de asesinatos de cuatro mujeres conmocionó al país entero. Tuvo como protagonista excluyente al odontólogo Ricardo Barreda, que en un rapto de violencia extrema, mató con una escopeta calibre 16,5 a su esposa Gladys Mc Donald, a su suegra y a sus hijas, Adriana y Cecilia. Todo ocurrió en la vivienda que compartían en la ciudad de las diagonales, y más tarde, en el juicio, el responsable de la masacre argumentaría que era víctima de malos tratos y desprecio por parte de sus víctimas. “Eran ellas o yo”, explicó en su momento.
El día de los crímenes, 15 de noviembre de 1992, Barreda dejó los cuerpos y se encontró con su amante Hilda Bono en un hotel alojamiento. Luego fueron a cenar. Al día siguiente, intentó convencer a la policía de que había encontrado a su familia masacrada al regresar a su casa de la calle 48, entre 11 y 12. Pero no funcionó. Fue detenido, y finalmente condenado a reclusión perpetua. En la cárcel estudio leyes y nunca tuvo problemas de conducta. El año pasado, en medio de una enorme polémica, recuperó la libertad, instalándose en la casa de su nueva pareja, una vecina del barrio porteño de Belgrano.
Por supuesto, el único testimonio de los pormenores del caso lo brindó Barreda. Contó que aquella jornada se había levantado de buen humor, con la intención de mejorar la relación con su esposa. Propuso limpiar las telarañas, pero ella le habría respondido: “andá a limpiar, que los trabajos de conchita es lo mejor que hacés”. El dentista contó que prefirió ir a cortar una parra, y luego fue a buscar un casco a un desván. Allí encontró la escopeta que años atrás le había regalado su propia suegra Elena. La tomó y concretó la masacre. Fueron nueve disparos.
En agosto de 1995, en el juicio oral y público, reveló cada detalle del cuádruple crimen a los integrantes de la Sala I de la Cámara Penal Carlos Hortel, Pedro Soria y María Clelia Rosentock. Esta última jueza fue la única integrante del tribunal que creyó que Barreda estaba loco, tal como expuso uno de los peritos, que mencionó psicosis delirante. Y dijo en el fallo: “Era un fanático de la unión familiar que sucumbió cuando la vio desintegrarse”.

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