Con cautela los investigadores apenas se animan a conjeturar qué pasó dentro de la vivienda de la calle 111, en la capital misionera donde los menores Joaquín (15) y Rubén "Chino" (17) fueron hallados muertos cada uno con un disparo en la cabeza.
Se trató de un homicidio seguido de suicidio o de un pacto de muerte de los jóvenes, esta última hipótesis sugerida por estatuillas e imágenes utilizadas para ritos umbanda, las cuales fueron halladas en el interior del inmueble.
Las pericias están en pleno proceso y extraoficialmente se sabe que el menor de los jóvenes empuñó la pistola reglamentaria 9 milímetros, para balear al de 17 y luego efectuarse un disparo.
El lamentable episodio, con un transfondo sin precedentes, enluta a todo el barrio Moten desde el sábado por la tarde cuando un policía encontró a su sobrino Joaquín G. (15) y su hijastro Rubén G. (17) sin vida, con disparos en la cabeza, en una habitación.
"Era una familia muy conflictiva, y el que sufría todo eso era este muchacho bombero (policía) quien hacía lo imposible por mantener unida a su gente. La dueña de la casa (abuela de "Chino") no estaba porque se había ido a Buenos Aires a visitar a una hija con cáncer", explicó una vecina quien pidió reservar su identidad.
"Velas encendidas"
Llamó la atención las declaraciones de Marité, una señora que desde hace muchos años camina las calles del barrio Moten. "Yo siempre veía velas encendidas en los alrededores de la casa y escuchaban música en portugués".
La teoría del rito es sostenida, y aún no desechada, teniendo en cuenta el perfil religioso de la familia y la buena relación que existía entre las víctimas. "Aparentemente no había razón para que uno intente matar al otro, solo por eso la cuestión umbanda no es descabellada", afirmó una fuente de la investigación.