Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley, Que no pude ser como las otras, casta de buey Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza! Yo quiero con mis manos apartar la maleza.
Mirad cómo se ríen y cómo me señalan Porque lo digo así: (Las ovejitas balan Porque ven que una loba ha entrado en el corral Y saben que las lobas vienen del matorral).
Con esta estrofa, Storni se destacó como una de las primeras poetas feministas de Latinoamérica y del mundo, haciendo alusión al hecho de ser madre soltera, un hecho que desafiaba las normas de esa época, al punto que debió dejar de lado un trabajo de oficina por presión de sus patrones. “¡Dios te libre, amigo, de La inquietud del rosal! Pero lo escribí para no morir” en el encierro oficinesco, donde “el sol pasa por el techo pero no puedo verlo”, dijo en su tiempo la escritora.
Además de escribir para expresar su lucha por la igualdad de género, Storni también se dedicó al periodismo literario y a otros trabajos para poder mantenerse hasta que logró cosnstruir una sólida carrera autora.
Nacida en Suiza, el 29 de mayo de 1892, Alfonsina emigró junto a su familia a la ciudad de Rosario, aunque su carrera tuvo su inicio en la revista Caras y Caretas de Buenos Aires, ciudad considerada como uno de los faros literarios de Latinoamérica. Para 1920, ya había escrito dos novelas, seis historias cortas y los ensayos La inquietud del rosal (1916) , El dulce daño (1918) , Irremediablemente (1919) , y Languidez (1920), que ganó el premio Municipal de Poesía.
En paralelo, su trabajo en pos de los derechos de la mujer, la llevaron a formar parte de varias entidades surgidas en pos de dicha causa como el Comité Feminista de Santa Fe, y la Asociación pro Derechos de la Mujer, que lideró.
Tras ayudar a establecer la Sociedad Argentina de Escritores, Alfonsina buscó la muerte arrojándose al mar el 25 de octubre de 1938 en Mar del Plata. Un cáncer de mama que había dejado profundas huellas en su cuerpo y en su mente la llevaron a tomar la fatal decisión. Tenía 46 años.