Es un servicio exclusivo para mujeres que sufrieron esa enfermedad y perdieron uno o ambos pechos. Que sus cuerpos vuelvan a lucir como eran antes de la mastectomía es una cuestión estética, pero que incide profundamente en la recuperación psicológica

Tras el sufrimiento que conlleva un cáncer, muchas mujeres que padecen esa enfermedad en sus mamas, deben pasar por un dolor extra y acaso más vinculado a lo psicológico: una mastectomía (extirpación quirúrgica de uno o ambos pechos de manera parcial o completa).

En los casos extremos, cuando la mastectomía es completa, el cuerpo ya no volverá a ser el mismo: no hay volumen, ni pezón, sólo la piel con una cicatriz. Una imagen que, en la mayoría de los casos, causa vergüenza y rechazo por el propio cuerpo desnudo.

Las opciones estéticas para revertir esta apariencia suelen ser costosas y no están contempladas en las obras sociales. La reconstrucción de la areola mamaria es una de ellas.

Pero a media cuadra de la estación de Villa Lugano, es gratis. Desde hace un mes, los turnos de quienes van a tatuarse a "Mandinga Tattoos" (Avenida Murgiondo 4071) por placer se combinan con los "especiales": las mujeres que sufrieron cáncer de mama y necesitan reconstrucción de sus areolas.

El servicio no sólo es gratuito, sino que es por tiempo indeterminado. "No se trata de una campaña, es algo permanente", le aclaró a DiarioPopular.com.ar Diego, el dueño de Mandinga. Por trabajo, Diego había hecho algunas reconstrucciones. Pero recién se le prendió la lamparita de ofrecer este servicio gratis cuando un cliente le comentó que un tatuador del exterior lo hacía. "Mi abuela perdió sus dos pechos y mi vieja uno, así que viví bien de cerca el sufrimiento", explica.

Dos o tres veces a la semana, él dedica unas horas exclusivamente a este servicio. Como no hay una cita previa, sólo un pedido de turno telefónico, nunca sabe con qué va a encontrarse. Algunas llegan con reconstrucciones mal hechas, otras sin un pecho y algunas más sin los dos.

El local de Lugano se convierte en esos momentos en un lugar de contención. Además de tatuar, Diego escucha historias de mujeres que llegan para que les devuelva su belleza. "Es muy duro. Pero lo más importante es que ellas se sientan cuidadas y respetadas y que sepan que, en 20 minutos, se van a ver estéticamente mejor", detalla.

"No podría lucrar con esto, por eso no cobramos por este servicio a nadie: ni a las que no pueden pagarlo, ni a las que pueden", asegura. Algunas, agradecidas por el trabajo realizado, insisten en pagar. "A ellas les pedimos que, entonces, nos traigan alimentos no perecederos o útiles para las escuelas del interior que apadrinamos", apunta Diego, refiriéndose a las instituciones rurales de Jujuy y Santa Fe, con las que colaboran permanentemente.

Durante este mes, ya pasaron por las agujas embellecedoras de Diego unas 10 mujeres. "Siempre vienen acompañadas y, parece muy loco, pero cuando termino con el trabajo siempre pasa lo mismo: las dejo solas para que se cambien y para que tengan un momento con quienes las acompañan y todo termina en llanto –de alegría- y abrazos", cuenta, algo conmovido.

Diego dice saber que no le está "cambiando la vida a nadie". "Con que les pueda sumar un poquito de felicidad, me conformo", expresa, sin ser consciente de que sí, tal vez le esté cambiando la vida... a muchas.

Los turnos se piden de lunes a sábados, de 10 a 20, al 4602-7204.


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