Una de las consecuencias más dolorosas de las crisis es la pobreza estructural. Para erradicar la pobreza, se debe contar con un diagnóstico riguroso

Sin dudas, una de las consecuencias más dolorosas de las crisis permanentes es la pobreza estructural de nuestro país. Toda planificación que busque erradicar la pobreza debe primero contar con un diagnóstico riguroso y tener una mirada multidimensional de ella. Sin embargo, abundan las estadísticas que tienden a medir y comparar el aspecto económico de las personas, es decir, sus ingresos. Es fundamental asumir que la pobreza no es simplemente un déficit de dinero.

En nuestro país, el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina ha avanzado en este sentido incluyendo en sus informes y estadísticas aspectos como la seguridad alimentaria, la cobertura de salud y previsión social, el acceso a una vivienda con servicios básicos y los recursos educativos e informáticos.

Asimismo, existen índices internacionales que toman en cuenta otros factores además del económico. Este es el caso de la Organización de Naciones Unidas que propone un índice de bienestar que aporta una medición más amplia de la calidad de vida de las personas a partir de una gran variedad de cuestiones: los ingresos, la expectativa de vida, la vivienda, la alimentación (qué y cuánto comemos), lo que consumimos, si los niños y las niñas van a la escuela o no, si se tiene acceso a un médico, entre otros.

Teniendo en cuenta los componentes del desarrollo humano de salud, educación, bienes materiales, empoderamiento político y social, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) elabora el Índice de Desarrollo Humano (IDH) y su versión ajustada por la desigualdad, el de Pobreza Multidimensional (IPM) y el de Desigualdad de Género, enfatizando que las personas y su bienestar deben ser el criterio para medir el desarrollo humano de un país.

En este mismo sentido, la noción de estatus socioeconómico (ES) incluye, además de los ingresos familiares, la educación, el estado ocupacional y la calidad del vecindario.

Nuevos estudios indican que más allá de los efectos perjudiciales de la pobreza material, a los seres humanos también nos afecta la pobreza relativa, es decir, con respecto a los demás. Alguna de las consecuencias observables son la baja autoestima, la baja motivación y el bajo sentido de pertenencia a la sociedad en general.

Entonces, para combatir la pobreza es necesario considerar toda su complejidad. Entender esto ayuda a explicar por qué algunas intervenciones fracasan y aporta al diseño e implementación de programas más efectivos en el intento de combatir la pobreza. Los programas que han obtenido mayor éxito son los que consideran su multidimensionalidad y combinan estratégicamente acciones para el desarrollo de la primera infancia, la nutrición temprana, la salud, la educación de calidad, la vivienda, la infraestructura y los servicios.

Como comunidad, tenemos que entender que el crecimiento económico sin una adecuada nutrición, educación de calidad, salud, infraestructura, ciencia no es sostenible y no podrá conducir a un futuro con verdadera equidad social.

Por lo tanto, como sociedad civil debemos insistir e intervenir desde el lugar que a cada uno le toque con el fin de lograr una sociedad con posibilidad de desarrollo para todos. Debe ser nuestra meta.

Facundo Manes es neurólogo y neurocientífico. Presidente de la Fundación INECO .

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