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Cerramos los ojos y, al sentir el aroma de alguna torta casera que se hornea o a tilo de los árboles, podemos recordar la merienda en la casa de nuestra abuela o los partidos de fútbol que jugábamos en la vereda del barrio en nuestra infancia. Esos aromas son tan poderosos que pueden transportar nuestra mente a ese momento del pasado, como si estuviéramos allí.
¿Cómo procesa el cerebro la información del olfato? Cuando olemos algo, las señales viajan hasta el bulbo olfatorio, que se encuentra en la parte inferior del cerebro, justo detrás del puente de la nariz. Y, desde allí, van más profundamente en el cerebro a las zonas de la corteza olfativa. Ahora bien, el bulbo olfatorio tiene conexiones directas con dos áreas del cerebro que están fuertemente implicadas en la emoción y la memoria: la amígdala y el hipocampo. Esta característica anatómica podría explicar justamente por qué algunos olores evocan recuerdos vívidos y emociones.
Una serie de hallazgos científicos sugiere que existiría una suerte de “idioma de los aromas”, es decir, una forma de comunicación mediante el sentido del olfato que, entre otras funciones, podría darnos pistas para entender las emociones e interacciones sociales. Estudios de neuroimágenes muestran que cuando las personas tratan de distinguir entre olores corporales propios, de personas cercanas y de desconocidas se activan áreas asociadas al procesamiento de emociones. Además, el sentido del olfato podría ser revelador para identificarnos como congéneres dentro de nuestro grupo familiar. Los bebés que están siendo amamantados prefieren el olor del pecho de su propia madre. A su vez, las madres reconocen muy fácilmente los olores de sus bebés.
Un investigador reconocido propuso a partir de sus investigaciones que al oler nuestras manos estamos tratando de aprender sobre los olores de los demás. Esta idea lo llevó a considerar la importancia olfativa del apretón de manos. Entonces se le pidió a un grupo de personas que permaneciera en una habitación mientras se los filmaba. Después de unos minutos, alguien ingresaba y en algunos casos saludaba a todos con la mano y en otros casos, no. Los resultados mostraron que cuando estas personas se quedaban completamente solas en la habitación después de este apretón de manos, pasaban un tiempo con sus manos cerca de la nariz. Los investigadores también midieron el flujo de aire a través de la nariz de estas personas y notaron que cuando sus manos estaban cerca de sus narices olfateaban activamente. Podemos decir entonces que utilizamos nuestro sentido del olfato para reunir información acerca de lo que nos rodea y, casi sin darnos cuenta, nos sirve para identificarnos y comunicarnos.
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