Algunas decisiones implican grandes cambios. De su opción, a veces, dependen errores o aciertos importantes, por eso sentimos que nos enfrentamos a un momento crucial. Vivir es decidir, cada día, a cada momento.
Todos los días tomamos decisiones, en general, menores, que solo implican alternativas con pequeñas consecuencias que no afectarán nuestra vida. El problema, para algunas personas, se plantea al tener que decidir circunstancias en las que los resultados sean muy relevantes, porque cualquier intento de elección conlleva una carga muy grande de ansiedad.
Partiendo de un modelo de toma de decisiones de modo racional, se supone que la persona que tiene que tomar una decisión cuenta con la información necesaria para hacerlo, que es capaz de identificar todas las opciones y que elige aquello que considera que es lo mejor. Para tomar decisiones de manera racional es importante definir el problema, identificar los criterios de decisión en los que nos basamos, pensar y evaluar alternativas, y finalmente elegir.
Muchos de los obstáculos que aparecen en el proceso que conlleva tomar una decisión, se basan en la imposibilidad de sentir y expresar emociones, en la necesidad de evitar problemas para sortear sufrimiento, en una carencia de identificación sobre lo que es importante y aquello que no lo es, en una autoestima pobre o falta de confianza en sí mismo, en una gran dependencia hacia los demás y una necesidad de agradar al otro.
También pueden influir otros factores como estar cursando una situación de ansiedad o depresión ajena a los motivos de la decisión. Podemos decidir y hacerlo de forma más simple y ordenada, si es que las decisiones nos tienen en vilo:
1. Hacer una lista de criterios y alternativas. 2. Revisar y evaluar las alternativas. 3. Descartar las que no se ajustan a nosotros. Reducir el número de alternativas es importante para que el abanico de posibilidades sea abarcable. 4. Sopesar consecuencias de cada una de las alternativas. 5. Selección de la alternativa.
También nos queda otra vocecita que nos haba al oído: la intuición. Quizá sea la forma menos racional de tomar decisiones, pero es cierto que nos interpela. Es un proceso inconsciente, es un impulso, es casi una voz que nos habla al oído. Y es bueno también, prestarle atención
La intuición tiene en cuenta experiencias pasadas, asociaciones, información independiente. Suelen tener una carga afectiva significativa, pero lo más importante es que no deberíamos sentir a la intuición como algo necesariamente opuesto al análisis racional al tomar una decisión, por el contrario, ambos procesos pueden complementarse entre sí.
Otro dato a tener en cuenta al tomar decisiones es el estado emocional en que nos encontramos en ese momento. Todos pasamos por la situación de haber comprado algo estando enojados, y luego habernos arrepentido. Es preferible esperar a un momento en que estemos más tranquilos para decidir. Los enojos y la rabia muchas veces nos vuelven más egoístas.
Hay que tener en cuenta que el valor que le damos a algunas alternativas, suele cambiar con el tiempo, fundamentalmente porque nosotros cambiamos y lo que ayer era muy importante tal vez hoy, con otras circunstancias de vida, ya no lo sea.
En general, consideramos que estos juicios de valor que hacemos no se van a modificar jamás. Con esto debemos comprender que aquello que decidimos ayer, tal vez en el presente no se sienta tan acertado, o al revés.
Ser un poco más comprensivos con nosotros mismos colabora con nuestra felicidad. Por otra parte, al enfrentarnos a una elección se ponen juego las potencialidades de las circunstancias probables sino también las limitaciones de cada uno. Conocer estas limitaciones evita que nos embarquemos en situaciones que podríamos afrontar, y nos anima a comprender y actuar en consecuencia.
Tips: A la hora de tomar decisiones, habrá que lidiar también con el nivel de exigencia que tenga cada uno. La solución ideal es donde apuntamos, pero no siempre es posible, entonces habrá que preguntarse ¿existe alguna mejor?
Evaluar opciones es primordial para alcanzar el éxito en la toma de decisiones. Muchas veces, una decisión equivocada se debe a un análisis insuficiente de las circunstancias.
El miedo al cambio Muchas personas que sufren al tener que decidir, consideran que las opciones y elecciones, al ofrecer una posibilidad de cambio, son una amenaza a la comodidad de aquello que resulta familiar.
¿Y si me equivoco? Al decidir nos enfrentamos a circunstancias, muchas veces, definidas por la realidad, además de a nuestra elección. Probablemente, esa circunstancia no será tan mala como todas las alternativas que habíamos imaginado antes de optar.