Como muchos otros pasatiempos, este juego es producto de la realidad y de cómo les afecta a las personas en su vida. Sólo hace falta alguien creativo y se habrá producido el milagro: el problema ahora será un juego.
Como reacción contra la pobreza que se originó durante la época de la Gran Depresión, un ingeniero que estaba desocupado, Charles B. Darrow, de Germantown, Pennsylvania, creó el juego del Monopolio. El mismo se basa precisamente en grandes jugadas financieras, y compraventa de propiedades inmobiliarias.
El hombre estaba prácticamente sin recursos y muy deprimido, y pasaba largas horas en su casa ideando juegos de sobremesa para entretenerse. La escasez de medios hacía que la característica fundamental de sus pasatiempos consistiera en tratar de conseguir dinero fácil.
Las noticias de la época que se publicaban en los diarios con mayor frecuencia sobre quiebras y liquidaciones de propiedades, sugerían la existencia de “hipotecas”, “hoteles” y “casas” que podían conseguirse, y también perderse con el simple lanzamiento de un dado. Un día de 1933, Charles Darrrow recordaba las vacaciones que se había tomado en otros tiempos de mejor fortuna, en Atlantic City, y esto lo llevó a unificar los elementos de la facilidad por conseguir el dinero y del carácter efímero de la propiedad. Las calles de aquel centro turístico se convirtieron para él en cuadrados de un tablero de juego, y también las casas ostentosas del lugar, situadas en los puntos más céntricos.
Sus amigos y la familia del ingeniero disfrutaron tanto con este entretenimiento hogareño, que en 1934 lo animaron para que lo presentara en la firma Parker Brothers, especialista en juegos de mesa. Los ejecutivos de la empresa probaron el Monopolio y curiosamente lo rechazaron por unanimidad, asegurando que el concepto era aburrido, la acción muy lenta y las normas demasiado complicadas.
Esta vez Darrow no se deprimió, decidió perseverar, y en una cadena de supermercados de Filadelfia conoció a un ejecutivo que no sólo disfrutó jugando al Monopolio, sino que se ofreció para ponerlo a la venta. Con préstamos de sus familiares y amigos, Darrow hizo fabricar cinco mil juegos de Monopolio y se los entregó a la cadena de supermercados Wanamaker’s. Cuando la Parker Brothers descubrió que el juego se vendía bien, volvió a estudiarlo y descubrió que era imaginativo, rápido y sorprendentemente fácil. El juego obtuvo su patente en el año 1935 y al poco tiempo los talleres de aquella empresa producían veinte mil tableros de Monopolio por semana.
Sin embargo, algunos de los ejecutivos de la firma todavía tenían sus dudas, porque consideraban que el juego era sólo para el mercado de los adultos, y que su práctica no duraría más de tres años. En diciembre del año 1936, convencido de que la popularidad del juego tocaba a su fin, George Parker, presidente de la compañía ordenó a su fábrica que dejara de producirlo por temor a que comenzara a declinar la venta. Pero eso no ocurrió y Charles Darrow se hizo millonario gracias a los royalties, mientras su juego se hacía popular en veintiocho países y diecinueve idiomas. Hoy en día, el Monopolio sigue siendo uno de los dos juegos de sobremesa más vendidos en este siglo.