El principal legado de sir John Montagú, un conde inglés del siglo XVIII, fue concebir uno de los alimentos más populares de todo el mundo durante un juego de cartas que no quería abandonar pese al estricto horario para cenar.
Haber dado lugar a una creación gastronómica que trascendió fronteras gracias a la pasión por el juego es sin duda alguna el principal legado de sir John Montagú, un conde inglés que allá por la Inglaterra del siglo XVIII concibió sin proponérselo desde su postura aristocrática uno de los alimentos más populares de todo el mundo.

Cuarto conde de Sandwich, condado de Kent, sir Montagú manifestaba al decir de sus biógrafos una enorme debilidad por los juegos de naipes, a los cuales era capaz de asignarle horas sobre el verde paño de la mesa en la que veía barajar su suerte.

Dicen que era tanta la devoción de este noble por el juego, que hasta los estrictos horarios de la cena en su residencia estaban condicionados por el momento que transitara la partida en desarrollo o a la racha favorable de las que no siempre se daban.

Ningún sirviente se animaba a interrumpir esa instancia sublime en la cual el conde apuraba la partida, aunque la comida ya estuviera lista para ser servida con todo el boato propio que la alta alcurnia impone para el momento de, por ejemplo, tomar la cena.

Abrumado por su debilidad por el juego, y porque también el conde y sus compañeros de partida tenían la necesidad de reponer energías, sir Montagú ideó una noche sobre la marcha una forma de responder de modo urgente a los requerimientos del estómago. Hacía horas que estaba jugando, la suerte iba y venía, cuando el aristócrata ordenó a su cocinero que le preparara un plato rápido que en aquella oportunidad, consistió en varias fetas de carne cortadas en finas tajadas. Para no ensuciarse las manos -ni las cartas- el conde tomó la carne entre dos rebanadas de pan.

Haceme un sandwich

Desde aquella noche hasta hoy pasaron algo así como 240 años en los que aquella creación de extrema sencillez gastronómica, fue ganando terreno como bocadillo predilecto de millones de personas que recurrieron al sandwich como propuesta alimentaria basada tanto en la practicidad, por seguir el ejemplo de sir Montagú, como en la necesidad de aquellos que acceden por esa vía y a las corridas, a un único “plato” diario.

Pero a propósito del caso del conde de Sandwich vale la pena detenerse en otros detalles. Uno es el que surge de la partida que posibilitó la concepción de Montagú y que habría sido una sucesión interminable de manos que al momento de ordenar el primer emparedado de la historia, ya estaba próxima a cumplir sus 24 horas de duración.

Todo un legado

No hay datos precisos del resultado final de esa tenida, pero sí se sabe que sir Montagú quedó altamente satisfecho con esa combinación que le había saciado el apetito, con la particularidad de permitirle jugar sin recurrir a los cubiertos de plata y sin ensuciar las cartas con las manos con las cuales se llevaba el bocadillo a su boca.

Inefable como pocos, sir Montagú supo reconocer que lo suyo en el terreno de la gastronomía elemental había sido de un valor extraordinario, a tal extremo que dejó asentada su creación, el sandwich, ni más ni menos que en su propio testamento.

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