Lázaro y sus hermanas Marta y María vivían en el castillo de Magdala y eran miembros de una noble y poderosa familia descendiente de reyes, sus padres se llamaban Ciro y Euca. La familia tenía este castillo, próximo a Nazaret, las tierras de Betania y una parte de las de Jerusalén, que repartieron entre los tres: María, el castillo de Magdala (de ahí el nombre de María Magdalena), Marta Betania y Lázaro, la parte de Jerusalén. María se entregó a la vida disoluta y los placeres; Lázaro se hizo caballero y Marta era la única que se ocupaba de los asuntos domésticos y administrar sabiamente la riqueza de los tres, y aún podía dedicarse una buena parte a la caridad con los necesitados. Cuando Cristo ascendió al cielo, vendieron todas sus posesiones y se dedicaron a la predicación de la buena nueva. Se lo recuerda en la semana previa a Semana Santa. Según una tradición que recoge también en la Leyenda áurea (s. XIII), Lázaro sintió que los judíos le buscaban para matarlo, ya que predicaba la resurrección de Cristo, y huyó a Chipre donde estuvo hasta su muerte. Allí llegó a convertirse en el primer obispo de Larnaka/Kittion, nombrado directamente por San Pablo y San Bernabé. Vivió durante treinta años. La leyenda dice que su palio episcopal le había sido entregado por la misma Virgen María, quien lo había tejido. La primera tumba de Lázaro en Betania sigue siendo un lugar de peregrinaje hoy en día, sería la que le acogió cuando fue resucitado por Jesús, y la única que podría ser su auténtica penúltima morada.