El 30 de agosto de 1999, manejando su Honda Civic por la avenida Cantilo, el joven de 19 años chocó con un Renault 6 que conducía Celia González Carman junto a su pequeña hija Vanina, las que murieron carbonizadas.

El hilo de asfalto de la Avenida Cantilo, a esas horas de la madrugada, invitaba a pisar el acelerador y ganarle metros a la velocidad. Eso es lo que pensó aquel 30 de agosto de 1999 Sebastián Cabello, un joven de 19 años, a bordo de un Honda Civic adornado con todos los chiches que se convierten en el deleite de los pisteros. Pero esa voracidad por la velocidad le jugó una mala jugada: el Renault 6 que conducía Celia González Carman, de 38 años, a quien acompañaba su pequeña hija (Vanina, de tan sólo tres años), se cruzó de carril y el duro impacto hizo que ambas murieran carbonizadas al instante.

Muchas fueron las voces y las marchas reclamando la prisión del joven. También fueran muchas las especulaciones en torno a la velocidad desatada por el bólido, como por ejemplo que se encontraba corriendo una picada con otro vehículo. También fueron muchos los días que, para Sebastián Cabello, pasó en la Unidad 24 de Marcos Paz. De la vereda de enfrente, se reclamó que no debía salir nunca de prisión y que purgara una larga condena por la muerte de la madre junto con su hija.

De nada sirvieron las explicaciones cuando logró la ansiada libertad: "No soy de andar rápido, en empedrado iba a dos por hora. Nunca corrí picadas. En la autopista iba rápido, pero no pasaba el máximo de los 130 kilómetros de velocidad". Pero también trató de explicar la maniobra que causó el impacto mortal: "Ella no sé que quiso hacer. Se salió del carril lento y se me apareció de golpe. Yo dí un volantazo para esquivarla. Después se corrió de nuevo y volvió otra vez. Yo frené, pero la tenía encima. Hubo chispas. Después no me acuerdo nada. Llegué inconsciente al hospital".

Las explicaciones le valieron de poco al joven, quien debió soportar los gritos de "asesino" cada vez que salió a la calle.

Pero tampoco le sirvieron para intentar, en el año 2010, pasados los años de inhabilitación para conducir que le impuso la justicia, evadir la prohibición y luego obtener un registro emitido por el municipio de Malvinas Argentinas

Tal fue la polémica que se generó a partir de esta situación que las autoridades de la provincia de Buenos Aires anularon la licencia. Sergio Rosales, viudo de Celia y papá de Vanina, tenía preparada su artillería para referirse a la situación: "No sé cuáles son los argumentos de la Justicia. Parece que sigue burlándose, más allá de no actuar se sigue burlando". Sus últimas palabras fueron dedicadas a quien le quitó a su esposa y su hija: "En ningún momento pidió perdón ni él ni su familia. Lamentable es la forma de ser de esa gente".

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