El turista que visita esta región del centro oeste de La Rioja cuenta con múltiples opciones, como la aventura, la cultura ancestral, recorridos geológicos y paleontológicos y el relax de pasear entre viñedos en reposo, siempre con el fondo de la tierra roja y el telón de las montañas azuladas a la distancia.
Además de los atractivos que alberga en su jurisdicción, desde la cabecera del departamento, Villa Unión, parten excursiones a Laguna Brava, en Departamento Vinchina; a la Cuesta de Miranda, en Chilecito, y hasta al Valle de la Luna, en la provincia de San Juan, declarado Patrimonio de la Humanidad junto al Parque Talampaya.
El Vallecito Encantado, un sitio que se caracteriza por geoformas como la Copa del Mundo o el Sombrero Mexicano y por los colores variados de sus paisajes, espera al turista a metros de la Ruta 40 entre Villa Unión y Guandacol.
El pueblo de Santa Clara, a pocos kilómetros del Vallecito y por el mismo trazado, tiene un microclima húmedo y una frondosa arboleda en su calle principal, en la que se encuentra la Casona de Fajardo, con sus antiguos telares de madera, donde los turistas pueden ver y aprender este antiguo arte de confeccionar prendas.
Aicuña es también un pueblo de casas de adobe que parece detenido en el tiempo, al que se llega por rojos caminos de ripio entre matorrales, para descubrir una comunidad que vive de su producción artesanal de prendas, frutos secos y vinos, para lo que ha establecido una bodega para producción comunitaria.
Las caminatas por el interior del Cañón de Anchumbil, donde hay pinturas rupestres ancestrales y un curso de agua que acompaña todo el recorrido, es otra de las excursiones muy buscadas en esta zona.
La secretaria de Turismo local, Nadia Barrera, aseguró que este departamento “está de temporada todo el año, con algunos picos, como en Semana Santa, que este año fue muy buena, y aflojó un poquito en el fin de semana largo siguiente, del Día del Trabajador, cuando tuvimos un 80% de ocupación”.
Sobre el turismo de la estación fría, señaló que “como en gran parte del año, son mayormente, bonaerenses, porteños, santafesinos, rosarinos y cordobeses”.
“Lo bueno para las vacaciones de invierno es que no llegan todos juntos sino que se desglosan según las vacaciones escolares en cada provincia y se desparraman a lo largo de todo julio, lo que nos asegura un flujo constante durante todo el mes”.
Luego precisó que en ese período “generalmente tenemos a las familias, también grupos de gente joven, veinteañera, y desde marzo a octubre siguen llegando contingentes de jubilados”.
Barrera aclaró que “disminuyó un poco el turismo de contingentes, como el caso de jubilados, y se nota mucha más presencia de turismo particular, que nos conviene más porque al estar liberados y no dentro de un grupo organizado, consume más”.
Los recorridos preferidos de sus turistas, dijo, son “como obligatorio para el que llega, el sitio Patrimonio de la Humanidad Ischigualasto-Talampaya y, en segunda instancia, la Reserva Provincial Laguna Brava”.