La mitomanía se trata de un trastorno psicológico de la personalidad cuyo efecto es mentir sin necesidad ni razón, ya sea sin querer hacer un elogio exagerado, o evitar con excusas una invitación. Es la necesidad de inventar realidades momentáneas.
Algunas mentiras pequeñas, inocentes, suelen ser útiles y necesarias. El tema es cuando las mentiras producen un hábito sin poder detener.

Una verdad que se omite porque es muy dolorosa para alguien, luego otra que se falsea porque puede perjudicar a la persona que miente, después otra más para mantener las apariencias y otra más para no contradecirse con lo ya dicho y antes de darse cuenta, nada de lo que se dice es verdad.

Las mentiras de los mitómanos son espontáneas, surgen naturalmente en su mente y por lo tanto provienen directamente del inconsciente.

Al igual que los actos fallidos, son un trozo de lo reprimido y lo deseado que sale a escena, solo que en vez de expresarse como deseo, se expresa como verdad.

No es extraño que los mitómanos se inventen personalidades diferentes; mienten sobre su profesión, su familia, el lugar donde viven, dónde estudiaron y qué hacen en su tiempo libre.
Cuando uno dice que es un exitoso arquitecto, que tiene su propia compañía y que varios de sus diseños fueron construidos en Europa, expresa lo que siempre deseó ser, su máxima aspiración, porque su realidad lo decepciona. Quizás esta persona no es más que un empleado de oficina, que no pudo costearse una carrera como arquitecto.

Al no estar contentos con lo que son, sueñan con ser otra cosa y para distraerse de la realidad que los entristece o deprime, afirman a viva voz que llevan otra vida.

Pero al mentir no buscan sólo convencer a los demás, sino también volverse fascinantes a sus ojos, cautivarlos con mentiras porque creen que jamás podrían hacerlo con su verdad.

Todos estos factores son importantes, pero lo que el mitómano quiere sobre todo es convencerse a sí mismo, jugar a que es esa persona que crea en sus discursos.

La realidad del seductor
Un mitómano crea otra realidad donde es seductor, fuerte, atrayente y exitoso, porque en su vida real lo que predomina son las sensaciones de inestabilidad y debilidad.

Su personalidad es siempre muy imaginativa y creativa, pero su nivel intelectual no suele ser muy alto. Y también existen grandes dosis de vanidad en su mente; después de todo, busca escapar del fracaso, del esfuerzo, quiere dominar, imponerse, conseguir fama y respeto, en vez de buscar esta validación por medio de la fanfarronería y el egocentrismo.

Pero esto es porque está convencido de que no podría lograr el éxito siendo como es. Siente que necesita ser otro para sentirse satisfecho.

Este es un carácter, los mitómanos son de carácter muy frágil, pero muy teatrales. La seguridad que muestran cuando crean otras realidades se desvanece cuando dejan de actuar.

Regresan a su estado original, de mucha desconfianza en ellos mismos y en sus capacidades.

Ver la cotidianidad de un mitómano es muy shockeante en este sentido, quien puede inventar relatos increíbles, lucir tan seguro de sí mismo y ser atrayente y apasionante pasa gran parte de su tiempo lamentándose y destruyendo su autoestima.

Diferentes mitomanías
Lo único en que todos los profesionales en psicología parecen coincidir es en que hay dos tipos de mitomanías:

la mitomanía vanidosa:
son cuentos de proezas atléticas, grandes romances pasados, etc. Lo que esta persona busca es parecer hábil, interesante, excitante, porque vive una vida que no lo emociona en lo más mínimo.

La mitomanía perversa:
también llamada maligna, busca dañar a los demás por medio de las mentiras. Son las calumnias, la difamación, las denuncias falsas, toda mentira que busque lastimar a otra persona intencionalmente y para obtener un beneficio.

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