Los mejores momentos de Blur serán recordados por siempre como Modern Life Is Rubbish y Parklife, aquellos discos de 1993 y 1994 que intentaron, aunque sin conseguirlo, cambiarle la cara al pop calcado y repetitivo que desgranaban por aquellos años muchos de sus congéneres, con excepción de los elegantes Pulp de Jarvis Cocker. Después de esos discos Blur se fue disolviendo lentamente en el caldo de su propio ego y todo terminó en ruptura y distintos proyectos solistas de distinta fortuna.

Aunque del año 2003 a esta parte hubo rocking good news sólo para sus pegajosos fans (los mediocres "Tink Tank" y un registro en vivo en Hyde Park), Blur se dio cuenta de que finalmente quedaron muy lejos del sueño impostergable de todas las bandas inglesas de los últimos veinte o treinta años: ser más grandes que Los Beatles.

Para este desparejo comeback de The Magic Whip (Warner), los Blur embarcaron al responsable de algunos de los mejores momentos de los '90, el productor Stephen Street. Pero, en honor a la verdad, les sirvió de poco. Aunque algunas canciones ("There Are Too Many Of Us", "Ice Cream Man") puedan dibujar efímeras sonrisas en la cara de su fanbase, en su conjunto The Magic Whip suena poco valiente, desfigurado y fuera de tiempo, apenas deslumbrado por la inmensidad y la vida nocturna de Tokio, la ciudad que los inspiró y donde finalmente grabaron el disco.

 

Reinventados y sobrevivientes

Chris Walla dejó a Death Cab for Cutie poco antes de que editaran este Kintsugi (Warner). Pero aunque la banda de Washington se quedó sin su arma secreta, lo cierto es que su ex socio Ben Gibbard ya había agarrado el timón en los anteriores Narrow Stairs y Codes & Keys. Sin embargo, Walla contribuye en este nuevo disco aportando guitarras y estridentes collages electrónicos. Aunque abdicó su rol de productor (por primera vez en la historia del grupo) en favor del experimentado Rich Costey, quien ya conocía el paño vía Muse, Foster the People y Chvrches. Kintsugi es el disco de la supervivencia de Death Cab for Cutie. Se nota en las letras que Gibbard todavía no digirió su divorcio público de la actriz y cantante Zooey Deschanel.

Y para colmo ahora se encuentra con que Chris Walla empezó a moverse fuera de la órbita de la banda. Todas esas rupturas resuenan en cada rincón de este disco emocionalmente postrado. Para comprobarlo hay que ir derechito a la primera canción, "No Room in Frame", donde Gibbard elastiza su lamento: "supongo que no es una falla a la que podamos ayudar / pero conseguiremos estar solos con alguien más".


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