ZIGGY SAVASTA Viejas ideas, la misma liturgia “No tengo futuro/ sé que mis días están contados/ no es tan amable el presente/ sólo mil cosas por hacer”, susurra Leonard Cohen con esa voz tan suya. Esa voz ulcerada de tuba oxidada que más que cantar retumba, como si el tipo pronunciara cada palabra mientras se afeita en el baño. Esa canción desesperada se titula Darkness e integra Old Ideas (Sony Music), el nuevo disco del canadiense que bajó a la tierra con diez canciones de médula robusta tuneadas en dirección a una cadencia bluesy, tan poco tradicional como hipnótica. Una agonía bañada en tristeza y remordimientos donde, a medida que pasan y se desvanecen los versos, van cayendo de a uno los velos que dejan en carne viva los últimos ardores del autor. La pérdida, la muerte, la relación con alguien superior y -todavía a sus 77 años- la sexualidad. El mismo tópico este último que alguna vez lo llevó a escribir y grabar uno de los álbumes más iluminados de su carrera: New Skin For The Old Ceremony (1974). Para no desorientar a los infinitos seguidores de su obra, el trobadour no ofrece aquí grandes sorpresas comparadas con su último disco de 2004, Dear Heather. Incluso puede decirse que Old Ideas se confunde (organitos más, coros gospel menos) con agraciados y chispeantes álbumes del pasado como I`m Your Man (1988) y The Future (1992). “La prensa ha sido cruel conmigo”, denuncia Cohen. “Dijeron que sólo sabía tocar tres acordes pero es mentira: conozco cinco”. En Going Home, una de sus nuevas poesías musicalizadas in vitro, trastabilla con sus fantasmas y dispara: “quiere escribir una canción de amor/ un himno de perdón/ un manual para vivir con el fracaso/ un llanto sobre el sufrimiento/ un sacrificio que se recupera”. Pero en general el corpus del disco acelera las comparaciones con sus trabajos del pasado y eso termina por socavar su espíritu regresivo, como reafirmando que aquí no hay nada nuevo. O como él lo resume desde el título, que sólo se trata de “old ideas” (ideas viejas) que, a su edad, no está dispuesto a cambiar. El lo explica diciendo que “el caso es que ya no puedo defender nada. Quizás ésa es la idea más antigua: que no hay ideas que realmente valgan la pena”. Cohen es como una especie de Bob Dylan de culto sin botas ni sombrero Stetson. Su voz, un almíbar extraño difícil de duplicar: “me apuré por quererte al dictado/ entre cadenas/ te adoré como adora un esclavo”. Del nuevo material que engorda Old Ideas, tanto Amen como Lullaby se grabaron originalmente hace cinco años. El disco fue producido por Patrick Leonard, Anjani Thomas, Ed Sanders y Dino Soldo. Las voces background pertenecen a Dana Glover, Sharon Robinson, The Webb Sisters (Hattie y Charley Webb) y Jennifer Warnes. El diseño de la tapa y las pinturas del álbum son creaciones del propio Leonard Cohen, para quien mirar atrás (¡aleluya!) ya parece no tener ningún sentido. O como lo canta en el disco: “creí que el pasado me iba a durar/ pero la oscuridad también se apoderó de eso”. 75 perlas dylanianas Chimes Of Freedom: The Songs Of Bob Dylan, es un cuádruple álbum que acaba de aparecer para celebrar en todo el planeta los 50 años de Amnistía Internacional con 75 canciones del vasto repertorio del papá de Like A Rolling Stone y tantos otros himnos inoxidables al paso del tiempo. Y para llenar este box set fueron convocados al proyecto artistas de la estatura de los viejos Patti Smith, Pete Townshend, Bryan Ferry, Eric Burdon, Joan Baez, Jeff Beck, Elvis Costello, Carly Simon, Taj Mahal, Steve Earle, Pete Seeger y Marianne Faithfull. Además de una verdadera legión de admiradores como Miley Cyrus, Adele, Diana Krall, The Gaslight Anthem, My Chemical Romance y los Queens Of The Stone Age, entre decenas de otros. El final, claro, estuvo reservado para el homenajeado, quien se despachó a gusto y piacere con la susodicha Chimes Of Freedom, como para ponerle el moño a semejante paquete.