El ex piloto Fernando Croceri y su hijo Franco cuentan cómo viven la puesta a punto en el lugar donde trabajan, que "es parte de nuestra vida".

Fernando Croceri conoce cada rincón, cada calle y cada curva del Autódromo. Y los conoce a todos, entonces saluda a cada quien que se cruza durante su recorrido. Con gusto, oficia de guía del Autódromo Oscar y Juan Gálvez para quien quiera conocerlo. El circuito que va desde la escuela de pilotos hasta el race control, con paradas por boxes, el "Hospitalito", una flamante instalación donde se atienden y se preparan físicamente los conductores, y, obviamente, la pista.

El Autódromo de la Ciudad es una suerte de segunda casa para él. Allí, además de consagrarse campeón, corrió alrededor de 40 carreras.

En diciembre de 1993, Franco Croceri tenía apenas un año cuando la bandera a cuadros le indicó a su padre que había terminado segundo la última carrera, detrás de Hélio Castroneves, a quien superó por un punto en el campeonato para consagrarse en la Fórmula 3 Sudamericana. Se coronó en Buenos Aires.

A Fernando no le costó que su hijo se interesara por los motores: "Él estuvo siempre viendo cómo eran las carreras y se fue involucrando porque le gustó". Franco Croceri confirma. De chico lo veía correr a su padre. Era un trabajo, pero atravesaba cada momento de sus vidas.

Franco estudió periodismo deportivo con el objetivo de viajar cada fin de semana a las pistas desparramadas por todo el territorio argentino, siguiendo cada una de las categorías del automovilismo nacional. Sin embargo, su camino lo encontró con su padre en un lugar distinto de la mesa familiar -aunque no por ello era un lugar más extraño para ambos. Actualmente se cruzan diariamente en las oficinas o la calle de boxes del Autódromo de la Ciudad.

"Me encargo de lo que es la coordinación de las pruebas y de la actividad deportiva", explica Franco, que no vio ninguna carrera de la Fórmula 1 o, por lo menos, no guarda recuerdos de ellas. La última que se corrió en Buenos Aires fue en 1998, cinco años después del campeonato de su padre.

En cambio, atesora en su memoria una vez que un monoplaza de la escudería Williams ofreció una exhibición en el Autódromo de la Ciudad. "A la tercera o cuarta vez que pasó, el auto hizo un hizo medio trompo y quedó justo enfrente mío. Y me acuerdo que el piloto levantó de los dedos de volante y me saludó", narra.

La Fórmula 1 volvió al suelo porteño en 1995 y se fue en 1998, después de que Michael Schumacher, a bordo de su roja Ferrari, se llevara el último de los trofeos del Gran Premio de Argentina de la máxima categoría del automovilismo internacional.

Para volver a recibir a la Fórmula 1, el Autódromo de la Ciudad debe contar con una homologación de grado 1 otorgada por la Federación Internacional del Automóvil. Para ello, se repavimentó la pista y se puso en valor la red hidráulica y eléctrica. "Invertimos para recuperar su esplendor. Volvió a ser sede del Turismo Carretera, el Top Race y el TC2000, y seguimos trabajando para traer la Fórmula 1 y el MotoGP", sostuvo el Jefe de Gobierno, Jorge Macri.

En ese sentido, se prevé la modernización de los boxes, del playón y de las estructuras de seguridad del circuito. "Verlo hoy, que se hacen obras y que se le está poniendo tanta pasión al autódromo me pone muy feliz", señala Fernando Croceri.

"Como fanático del automovilismo, sería realmente muy lindo poder trabajar dentro de una carrera de la Fórmula 1", expresa Franco. Resalta que con ella vendría todo su circo: "Va a hacer que todo el foco del país y la región esté puesto acá por dos semanas".

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