La decepcionante derrota del chubutense ante el filipino Manny Pacquiao, dejó un gusto amargo entre sus fanáticos, que vieron en él lo que quisieron ver, antes que la realidad. Es así que sin haber cambiado tanto, pasaron de idolatrarlo a defenestrarlo. ¿Pero quién es más culpable, el que puso moños en un gato que no es de Angora, o el gato que no lo es?

No esperen leña del árbol caído. Todo lo que hubo que decir de Lucas Matthysse fue dicho antes, quizás despertando enojos prematuros, o reacciones adversas.

Si no se reiteraron, no fue por panquequismo, ni por cambio de apreciación. Simplemente, es porque una cosa es la opinión, y otra la saña. La primera alcanza con una vez. La segunda tiene replay y malicia.

Matthysse siempre fue el mismo, sólo que ahora lo demuestra más, con sus 35 años a cuestas, y varios de silencioso retiro. Si no lo blanqueó antes fue por exigencia ajena, por negocio, o por explotar la buena imagen que tenía en USA.

Y por conveniencia, claro. Pero son todos ellos los artífices de este final inmerecido, mucho más que el propio Lucas.

¿Implica que él no tenga ninguna culpa? Su inocencia termina cuando nace su consentimiento. No fue un incauto, ni una ingenua víctima, pero tampoco es el culpable de todos los males que le señalan tardíamente.

Ahora que perdió en forma lastimosa y sin rebelarse el título mundial welter AMB que le hicieron ganar por la fuerza, sin mostrar temperamento, sin sangre ni honor, casi dejándose vencer sin hacer nada para impedirlo, muchos de sus adulones descubrieron que los Reyes Magos son los padres.

Su fácil derrota por KOT 7 del sábado pasado frente al filipino Manny Pacquiao en Malasia, generó un doloroso desengaño entre fieles y curiosos, máxime luego de presenciar sus tres caídas sin pena ni gloria, donde se lo vio rendido y sin oposición. Y de haber detectado que un par de ellas fueron dudosas, por no decir inventadas.

Se pide entonces su retiro, se habla de tongo, de fraude, de lesiones, brujerías, amenazas… Tanto el despecho como la vergüenza exacerban acusaciones y defensas hasta el ridículo.

El tema es que no hay peor ciego que el que no quiere ver, ya que los números fríos de Matthysse lo condenan de un modo que exime la opinión.

No fue su caída ante el Pac Man su Waterloo, como muchos creen. Ese sería un análisis superfluo. Puede advertirse objetivamente que no fue así, si es que no se entra en el fanatismo. Habla peor de sí mismo quien no quiso leer la realidad, que quien no supo conformar la fantasía.

El Matthysse que idealizaron, si bien no es el que se mostró ante el Pac Man, es producto de la exageración de la prensa –especialmente la extranjera- y promotores del negocio boxístico particularmente de USA, donde forjó su renombre y hasta lo bautizaron con apodos y virtudes que jamás tuvo: “La Máquina”, The Machine”, “La Bestia”, y otros que no “pegaron”. Y lo caratularon como peleador, noqueador, etc, solamente porque en su record prevalecen los nocauts.

Mentiras. Una cosa es ganar por KO, y otra es ser un noqueador. Yendo al fútbol, Pelé, Maradona o Messi se cansaron de hacer goles, pero sería torpe llamarlos goleadores, cuando fueron geniales jugadores que hacían goles por consecuencia lógica de su talento.

Lo mismo le pasó a Matthysse. Noqueó en la primera parte de su cuidada carrera porque no peleó con nadie. Cuando decimos “nadie”, es “nadie” –se habla del nivel local, donde estaban los Chino Maidana, los César Cuenca, los Pumita Olmedo, etc-. Quien lo discuta, tiene el record pelea por pelea a su disposición.

Su segunda incursión a USA fue un SD, para luego hilvanar triunfos menores. Con el primer púgil bueno que se enfrentó perdió –Zab Judah-. Injustamente, pero perdió. No supo definirlo, ni evitar que lo roben.

Contra el segundo bueno –Devon Alexander- también perdió, otra vez injustamente, sin poder evitar el robo en una pelea pareja y robable.

Recién se asentó en el país del Norte cuando se avivaron que Lucas podía ser funcional a algún negocio, fabricando un buen prospecto. Y la maquinaria yanqui acompañó con su marketing, prensa incluida. Claro, detrás del negocio estaba Golden Boy. ¿Habrá servido ahora Lucas para generar otro proyecto?

Entonces un buen triunfo ante La Zorrita Humberto Soto –que provenía de pluma originalmente- y su consagración frente a Lamont Peterson por KOT 3 en lo que fue su mejor triunfo –quizás el único bueno- endulzaron la píldora y alimentaron fantasías que a las 12 de la noche volverían a su normalidad.

Costó advertir que sus buenos triunfos no iban de la mano de grandes instancias. Recién ante Danny García se vio, a quien quizás hubiese vencido de no haber habido títulos en juego -unificación CMB y supercampeonato AMB-, algo contra fáctico en aquel entonces, pero fáctico hoy a la luz de los hechos.

La paciencia adeudada tapó la decepción de aquella vez, y su crédito siguió abierto, como las ganas de querer ver lo que no era. Hasta hoy, que expiró.

Ya el ruso Provodnikov –pese a recibir una paliza- había desnudado su fragilidad sobre el final de su pelea. Luego –tras un par de victorias de transición- vinieron el desengaño de Postol –con derrota lógica si se mira bajo las aguas- y el engaño de Tewa Kiram, que se inventó para resurgirlo de un retiro que ya había elegido.

De este Matthysse se esperaba que venciera al Pac Man en su casa, con 15.000 hinchas, más el presidente filipino en el ring side, más el circo que montó con su empresa MP Promotions, y una bolsa que más que paga era la compra de un título -el propio Matthysse lo sabía, porque en el boxeo todos saben cuál es su lugar-, más autoridades que le aseguraran las tarjetas si las hubiera, y un supervisor que no le hinchara mucho las guindas en un control antidoping, que suponemos, hubo.

Y por supuesto, un contexto infraestructural que le garantizara flexibilidad, tanto en la toma como en el análisis de las muestras.

De todos modos, poco y nada de eso necesitó, porque Matthysse le facilitó la tarea. Porque no pudo, porque no quiso, porque no tiene nada para dar.

Convengamos que no fue mérito del Pac Man, quien ante un primera serie real hubiera tenido las mismas dificultades que en sus últimos combates. Lo que sí necesitaba era tener la fuerza como para entrenarse dignamente, y eso quizás no lo hubiera logrado por voluntad propia a los casi 40 años y un cargo de Senador sobre el lomo, más su actualidad de actor y cantante.

No es casual que haya ganado por KO después de 9 años, cuando noqueó en el 12º a Miguel Cotto, y desde que Floyd Mayweather le exigiera el control antidoping olímpico si quería enfrentarse a él, a lo que se negó. ¿Por qué?

¿Por qué después de que le metieran el dedo en la llaga no volvió a noquear hasta hoy? ¿Y por qué es la primera vez que busca pelear como local en títulos mundiales desde 2001, cuando no era conocido? ¿Qué clase de protección necesitaba Pacquiao, que en cualquier otro país no le garantían?

Quienes ven peleas solamente en estas instancias acusan a Matthysse de tongo. Quienes lo sobrevaluaron, de acabado, o descubrieron su falta de temperamento. Incluso el Pac Man confesó asombrarse por lo fácil que lo venció.

Al resto del negocio mucho no le importa, porque exprimieron La Máquina a full y se burlaron de los incautos, no porque no fuese una buena pelea con posibilidades históricas, sino porque en el fondo sabían que no sería así, pero les serviría para un negocio a posteriori. Y a los que sospechaban algo, sólo les queda la conciencia limpia o sucia, de alguna vez haber hablado o no.

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