Una de las importantes razones por las cuales a la gente se le hace no decimos ya difícil, sino imposible, vivir en armonía, es debido al uso cotidiano de la programación psíquica negativa: "Siempre se hizo así".
Recuerdo que ejerciendo la docencia en un establecimiento educativo noté que un profesor atravesaba todo el edificio en busca de los elementos para dar su clase – lo que ocurría en el extremo opuesto – mientras que el encargado de servir el té hacía lo propio, yendo y viniendo.
Los reuní para decirles si no era mejor que cada uno pusiera las cosas en el lugar donde las tenía guardadas el otro, de manera tal que pudieran evitar esos largos e innecesarios recorridos. Con entusiasmo, aceptaron enseguida. Pero al preguntarles por qué lo estaban haciendo en esa forma, respondieron al unísono: “Siempre lo hicimos así. No sabemos cómo es que las cosas fueron a parar a esos lugares...”
Cuando asumí como secretario general de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), la persona encargada de transcribir mis cartas ponía lugar y fecha en el margen izquierdo y la primera letra del mes con mayúscula. Le pregunté por qué lo hacía de ese modo; sobre todo cual era la razón para escribir un mes del año, dentro de una frase, usando una letra mayúscula. Su respuesta fue: “Siempre se hizo así”.
Si en algo difiere la especie humana de las demás que habitan la Tierra es que nosotros no estamos atados a lo instintivo; por lo tanto somos capaces de producir modificaciones de manera incesante. Nos lo permite el libre albedrío y la utilización del pensamiento racional reflexivo positivo y creativo. Empero no es lo usual.
Mal que nos pese, las personas suelen comportarse como un animal de costumbres y, al hacerlo, se privan a sí mismos de una de las grandes maravillas con que fuimos dotados: la creatividad, el poder imaginar nuevas y diferentes maneras de hacer las cosas de modo de optimizarlas, progresar, vivir mejor cada día.
Un grupo de científicos colocó cinco monos en una jaula, en cuyo centro había una escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Tirados, por el piso, había algunos palos.
Cuando un mono subía la escalera buscando agarrar bananas, los investigadores lanzaban un chorro de agua fría sobre los que estaban en el suelo. Transcurrido algún tiempo, cuando un mono se disponía a subir la escalera, los otros lo atacaban usando los palos desparramados en la jaula. Pasado algún tiempo más, ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de las bananas.
Entonces, los científicos sustituyeron uno de los monos. La primera cosa que hizo fue subir la escalera, siendo rápidamente bajado a golpes por los otros. Después de recibidas algunas palizas, el nuevo integrante ya ni siquiera intentó volver a subir la escalera.
Un segundo mono fue sustituido y ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó con entusiasmo de la paliza al novato.
Un tercero fue cambiado y se repitió el hecho. El cuarto y último de los veteranos fue igualmente sustituido.
Los científicos quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos que, aún cuando nunca recibieron baño alguno de agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentase llegar a las bananas.
De haber sido posible preguntar a algunos de ellos por qué le pegaban a quien intentase subir la escalera con certeza la respuesta sería: "No sé, las cosas aquí siempre se han hecho así..."
Por algo, una vez Albert Einstein afirmó: "Es más fácil desintegrar un átomo que abolir un preconcepto"; El mismo que, en otra ocasión, comentó: “No entiendo como hay gente que haciendo más de lo mismo de lo mismo… ¡pretende obtener resultados distintos!”
Antonio LAS HERAS es Doctor en Psicología Social, parapsicólogo, filósofo y escritor. e-mail: [email protected]