Vicente Lonigro conoce los secretos del aceite de oliva como la palma de su mano. Hace casi veinte años que decidió apostar a su producción, aun cuando todavía no se había extendido su consumo como en la actualidad. Su emprendimiento, Quetec, nació cuando vio que había árboles de oliva abandonados en unos campos familiares. Decidido a recuperarlos, comenzó con su proyecto a partir del gusto por el aceite y el vino, ingredientes que rememoran su niñez en el entorno familiar de Mendoza.
Lo primero que hizo fue producir un producto para consumo personal, familiar, y para algunos amigos, sin imaginar que años más tarde se transformaría en una fábrica de aceite de oliva con varios locales y distribuidores en distintas partes del país. “Al principio, vendíamos lo producido de boca en boca. Pero con el crecimiento del proyecto, empezamos a exportar a Chile y a Uruguay”, explica Lonigro.
Quetec, que fue fundada en el año 2000, está ubicada en Rodeo del Medio, Maipú, provincia de Mendoza. Se destaca por la producción aceite de oliva virgen y Premium prensado en frío con decantación natural y sin filtrar.
l¿Por qué decidiste dedicarte al aceite de olliva?
-Porque nos gustó en un principio y entendimos que iba a dar los mismos pasos que el vino en cuanto al descubrimiento del producto y a su conocimiento. Entendimos que debía transitar un crecimiento en cantidad y en calidad. Y eso es lo que nos lanzó a esta actividad que empezamos hace unos quince años con un amigo. Después de distintos tropiezos y de momentos en los que dudamos si esto iba a funcionar o no, seguimos adelante.
l¿Qué caracteriza al aceite de oliva que ustedes producen?
-Que es de primera prensa en frío y no lo filtramos. Sólo lo decantamos en tanques de acero inoxidable, lo que permite mantener el producto inalterable. Elaboramos aceite de arbequina y de picual, dos varietales españoles que permiten desarrollar un aceite más intenso y otro más suave, de acuerdo al gusto de la gente.
l¿Qué los llevó a ampliar la propuesta con un bar de tapas?
-En estos últimos años nos dimos cuenta de que nuestra clientela siempre se quedaba “un ratito más” en los locales porque les convidamos una copita de vino o quesos, aceitunas, y surgía la charla. Así que pensamos en poner el bar en el centro para que puedan tener una pausa en su rutina laboral o en su camino y disfrutar de una copa de vino, una tablita de quesos y fiambres, y conectarse con los sentidos.