rodolfo doria
El martes que viene, Sergio Batista se convertirá de manera oficial en el director técnico de la Selección Argentina hasta el Mundial de Brasil 2014. Ya ni siquiera es esto un secreto a voces. Es un hecho público y concretado, al que sólo le falta el anuncio oficial de la Asociación del Fútbol Argentino, después de que la flamante comisión de selecciones se reúna para tomar café y charlar sobre algo que ya está decidido. En la práctica, lo que sucederá el martes es poco menos que irrelevante, porque Batista ya hace dos meses y unos veinte días que se hizo cargo de esta función, ya dirigió al equipo en tres partidos y en dos de los cuales conformó la lista de jugadores a su gusto y antojo. Sólo en el primer compromiso, contra República de Irlanda, recibió un listado ya armado entre el saliente Diego Maradona y el secretario técnico Carlos Bilardo. Aún así, en ese primer partido dejó ya lo que pretende ser su sello, al modificar esquemas y tener en cuenta a futbolistas ignorados por el ciclo anterior. Quizás por la experiencia de haber dirigido a los seleccionados juveniles en el último tiempo, o quizás porque es un pensamiento que tiene ya elaborado desde hace mucho, Batista ha dado sus puntos de vista sobre la realidad del fútbol argentino, sobre el juego que según él debe desarrollar la selección, sobre las dificultades que existen para que aparezcan jugadores que posean la dosis de riqueza técnica que les permita ser futbolistas “de selección”. Y desde el primer partido trató de que esas ideas se trasladen con el equipo a la cancha: mayoría de jugadores con buen pie, plantear los partidos a partir de la posesión de la pelota, paciencia para tocar todo lo que sea necesario hasta que aparezcan espacios. Esto se nota sólo al ver los mediocampos que ha formado: contra Irlanda juntó a Banega con Gago, más Messi y Di María. Contra España, no jugó Gago pero apareció Cambiasso al lado de Banega (no casualmente, tres jugadores que no fueron tenidos en cuenta por Diego Maradona). Ya contra Japón apareció otro ausente del ciclo pasado: Andrés D’Alessandro. Y le dio muchos minutos a Javier Pastore. Es decir, busca la prolijidad, el asegurar la pelota siempre, mucho antes que un equipo que ataque de manera frontal, que provoque el ida y vuelta. Esta es la idea madre de Batista. En futuros partidos se ratificarán varias de estas convocatorias y habrá algunas nuevas. Habrá que esperar a ver cómo vuelve, pero Juan Román Riquelme es un nombre insoslayable para lo que viene. Desde lo táctico, el nuevo entrenador ha implementado siempre la línea de cuatro en el fondo y la combinó con distintos dibujos: 4-1-4-1 contra Irlanda y España, con Mascherano como mediocampista central, dos volantes también centrales más adelantados y dos jugadores abiertos a derecha -Messi- y a izquierda -Di María y Tevez, respectivamente-, más un punta. Con Japón varió al 4-2-2-2, para colocar a Cambiasso al lado de Mascherano, a Messi más adelante y adentro junto con D’Alessandro y a Tevez con Diego Milito arriba.
MESSI, CLAVE
Para Batista, Messi es clave. Por eso busca rodearlo de futbolistas que puedan dialogar con él a través de la pelota, que haya generadores de juego que a él le permitan descargar presión, para no obligarlo a ser el único encargado de la gestación y el desequilibrio. Se trata de generar una elaboración colectiva del juego para que Messi aparezca en los momentos y lugares decisivos. Lo que le falta al técnico es encontrar laterales. Al no utilizar a los típicos carrileros que van y vienen (Jonás Gutiérrez y Maximiliano Rodríguez no fueron convocados cuando de él dependió), necesita marcadores de punta netos, con proyección. Por ahora, en esos lugares jugaron Burdisso y Heinze, con características diferentes a las que Batista necesita. Es uno de los problemas a resolver. El 17 de noviembre contra Brasil en Qatar, habrá una nueva prueba. La primera con Batista confirmado como técnico. Un ensayo más que útil para afirmar conceptos y empezar a estabilizar un funcionamiento adecuado, ya con un técnico en terreno firme.

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