No es por estar en contra ni a favor. Tampoco se trata de posturas rebeldes. Pero la sumisión y la complacencia pueden ser ciegas y obviar una parte de la realidad, siempre con anverso y reversos como una moneda.
Hace unos días, en la última columna (reportaje), conocimos la de una de las más firmes promesas del boxeo argentino (Agustín Gauto) en la nota, donde éste detallaba -pese a aceptar y recomendar la cuarentena- los perjuicios que ésta le había traído, no sólo de entrenamiento profesional, sino además de gloria deportiva, y fundamentalmente, económico.
Un boxeador, a diferencia de otros deportistas, es un cuentapropista. No cobra sueldo como un futbolista –que hasta se dan el lujo de auto rebajárselos en algunos casos-, o como un integrante de cualquier club. Si no pelea, no cobra. Y no come.
Puede ejercer tareas paralelas al boxeo, pero casi todas son changas, o trabajos a los que también les alcanzó la cuarentena por el coronavirus. Difícilmente sean médicos, profesionales, o empleados en áreas imprescindibles. Se las rebuscan, nada más. Por ende, el parate les ataca por partida doble.
Obvio, primero la vida. Es el slogan de Perogrullo. Mas también es cierto que el virus no posee una mortalidad del 100 % de los casos. El hambre sí. Y paradójicamente, aunque pretendan negarlo, así las cosas se han convertido en dos caminos paralelos.
No miremos familias o zonas de clase media para arriba, sino las clases más bajas o intermedias - del conurbano o del interior del país- de las que se nutre el boxeo. Tampoco hagamos foco en un futuro campeón mundial, sino en aquellos que boxean para subsistir, que son la mayoría.
La idea es protegerse de una enfermedad –o pandemia-, sin por ello poner en peligro otra parte de la salud. Esto es, sin extremismos que -analizados racionalmente, sin la metralla mediática y el lavado de cerebros- resultan contradictorios, incoherentes, y en algunos casos, ridículos.
No sólo por la cola de los jubilados y el amontonamiento desmesurado al que se los expuso para cobrar sus haberes en plena cuarentena, después de que se cansaron de pregonar “quédate en tu casa”, y de bombardear con las medidas de higiene “lávate las manos”, “mantené la distancia”, etc, sino por otros impedimentos y medidas que, razonados con inteligencia básica, carecen de sentido.
Por ejemplo –y aquí viene el tema del boxeo, y la problemática que contaba Gauto-: ¿salir a entrenar contagia? ¿Transpirar contagia? Hablamos de hacerlo al aire libre, de salir a correr, andar en bici, o hacer ejercicios en una plaza o parque. O simplemente, tomar sol, siempre y cuando se esté a no menos de 2 metros de distancia del otro, y por las dudas, sin hablar con nadie.
Se dirá que sí, porque en el piso, en los objetos, y en cualquier superficie puede estar el virus. Pero no menos que cuando uno sale a hacer compras, pasear al perro, ir al médico, a vacunarse, o a cuidar ancianos o enfermos, todas cosas que sí están permitidas y que alguien considera más importantes que otras.
En algunos locales (de comidas o de lo que sea) se puede entrar, comprar, pagar personalmente con plata o tarjeta. En otros no. Y siempre es algo que sucede entre los mismos seres humanos que tienen prohibidas otras operaciones. ¿Cuál es la razón?
La cola en los mercados es a dos metros de distancia, pero adentro del local esta puede romperse, tocarse los objetos, y hablar.
Los subtes sólo paran en las cabeceras y en las estaciones donde hay combinaciones. Pero los colectivos paran en todas las paradas. Eso sí; sólo se puede viajar sentado, parados no. ¿Estar parados baja las defensas? ¿Hay menor distancia entre alguien parado y uno sentado al lado del otro?
Los barbijos ahora son una herramienta indispensable, cosa que antes también eran los guantes de látex. Uno para no contagiar. El otro para no contagiarse. Pero a través del primero (que está demostrado, tiene filtraciones) podés contagiarte, y a través del segundo, contagiar. ¿O el látex mata al virus? ¿O no junta bacterias? ¿O no las transmite? –es una pregunta desde la ignorancia-.
Hay que saludarse con el codo, pero a la vez éste es receptor de estornudos y tos. ¿Es más seguro entonces el codo que apoyar los labios o las mejillas sobre otra persona?
Países en cuarentena estricta sufren centenares de muertos por día (España, Italia), y otros que no la aplican y que lindan con China –como Tayikistán- no poseen un sólo caso. ¿Y por qué hay una extensa franja asiática “tan limpia” cuando uno ve el mapa de infectados en todo el mundo? Y la propia China, salvo Wuhan -donde se creó el virus- y algunas otras excepciones, ¿por qué sufre menos casos que en la otra parte del globo, siendo un país tan superpoblado, incluso en provincias limítrofes con Wuhan?
Dicen que el virus se siente más cómodo en el frío que en el calor. ¿Tanto calor hará en ese hemisferio ahora? (NdeR: en Mongolia hay cero muertes y temperaturas bajo cero).
La respuesta “dogmática” es que “se esconde la información”, o que no hay testeos como en los demás países, pero la evidencia muestra que no hay tanta lógica, que la cantidad de infectados y muertos no depende tanto de las cuarentenas ni de los climas, ya que hay casos como para rebatir cualquiera de las dos teorías. Es más, el epicentro se instala en la franja central del planeta. Cada cual toma el ejemplo que le conviene.
En nuestro país se quiere realzar el buen efecto de la cuarentena comparándonos con España e Italia, que curiosamente también están en cuarentena desde hace tiempo, más estricta que la nuestra. ¿Allá no funciona entonces la cuarentena?
Todo esto –y muchos más ejemplos que sería ocioso enumerar- desconcierta y pone en tela de juicio teorías, argumentos y órdenes -al menos las extremas, o exageradas-. No por rebeldía, sino por falta de lógica.
Máxime cuando uno ve que en los medios no replican las voces del material que llega por distintas vías con otra campana -ya sea en contra de las vacunas, o hablando de la conspiración de las potencias y/o poderosos, que habrían creado este fenómeno hace ya 5 años, y fueron quienes idearon el plan vaya a saberse por qué beneficios e intereses, sobre los cuales también hay muchas especulaciones-.
¿Por qué nada de eso se dice jamás en los medios? ¿Nunca nadie menciona siquiera el tema del 5G? ¿Habrá algún interés invisible detrás de todo esto?
La uniformidad de voces es llamativa. Es más; un par de domingos atrás hasta se hizo un programa de TV como si fuera una Cadena Nacional (con todos los de aire), para donar dinero a la Cruz Roja, que recordó al efectuado por Pinky y Cacho Fontana en 1982, en el recordado “24 horas por Malvinas”.
Algo es seguro: a lo largo de la historia, los grandes cambios políticos y sociales han sobrevenido luego de grandes revoluciones -llámense guerras-, donde corrió mucha sangre y muertes.
Hoy que el mundo hace años que no está en guerra –de los pocos períodos en la humanidad de paz bélica- más allá de atentados y conflictos político/económicos, parece irresistible sustituirla de otra forma. Y la verdad es que ya hace muchos años que se predijo la "guerra bacteriológica”. ¿Casualidad?
Hoy no hay respuesta. Se habla de un “Nuevo Orden”. ¿Cuál será? ¿El aislamiento? ¿La robótica? ¿La cibernética? Es evidente que quiere demostrarse que la tecnología puede reemplazar muchas cosas, y un día hay que empezar a disciplinarnos por una razón “suprema” como la vida misma. ¿Y qué del Bitcoin? (Moneda virtual).
Ya hace bastante que se boicotea la gente en espectáculos deportivos, primero con las barras bravas como primer elemento de choque –oh casualidad, muchas financiadas por la política o el poder-, luego sin visitantes, menos gente en los estadios, más chicos, todos sentados, a mirarlo por TV, por plataformas digitales, al pago por evento, incluso al juego virtual con jugadores virtuales. ¿Para qué quieren un Messi o un Canelo Álvarez de carne y hueso si pueden crear uno virtual que no se lesione nunca y juegue todos los días, sin cobrar las fortunas que cobran?
Ya nada será como antes, nos repiten algunos desde los medios, como para ir acostumbrándonos el oído y la mente. ¿Tienen alguna info extra?
No es rebeldía, ni escepticismo. Es apenas permitirnos el ejercicio de la duda, y ver cómo rebota, o si los demás también nos lo permiten. Es tratar de no repetir antiguos errores de la historia, donde los discursos hegemónicos no podían contradecirse, pero que con el tiempo se los vio como insólitos y aberrantes. –Arrancan como mínimo desde la venida de Jesucristo-.
Tampoco es desobediencia, ni falta de respeto. Si nos dicen que para combatir el coronavirus hay que bañarse en las aguas del Riachuelo, lo hacemos. Ante la duda, lo hacemos, si es vida o muerte. Pero mirando para los costados, y no como corderitos. Ni con la lanza en la mano.