Después de una larga batalla contra el Alzheimer, este miércoles murió, a los 87 años, Horacio Accavallo, el segundo campeón del mundo que tuvo la Argentina en boxeo. Más allá de ser un ejemplo como boxeador, también lo fue como persona, y llegó a conquistar el mundo luego de tener un origen humilde.
Accavallo nació el 14 de octubre de 1934 y tuvo una familia muy pobre en la localidad bonaerense de Villa Diamante, en Lanús Oeste. Hijo de inmigrantes italianos que eran analfabetos, vivía con lo que podía rescatar entre los basurales de la Quema. Sus primeros trabajos fueron en sintonía con esa humildad que tuvo de chico: fue botellero, cartonero, malabarista y payaso.
Todo, para sobrevivir y luchar por sus sueños que después logró de ser boxeador y llegar a los más alto.
"De chico, en mi casa, mi viejo se despertaba con un frío terrible a las 4 o 5 de la mañana. Íbamos a juntar cosas a la quema. Mi Dios… a los 15 no sabía qué hacer para irme de casa”, contó alguna vez "Roquiño", como lo llamaban.
“Después me independicé y me fui a trabajar al circo como trapecista. Y además el dueño llamaba a dos o tres personas del público para pelear conmigo. Imagínate, yo era chiquitito, tenía 14 años. Y peleaba contra dos o tres”, relató en charla con los periodistas Chiche Almozny y Juan José Moro.
“Fui botellero, ciruja y comía en la quema. El boxeo me dio un roce social que no se adquiere con dinero y digo con orgullo que me forme en Villa Diamante”, comentó Accavallo, quien llegó a ser profesional en 1956 y dos años más tarde fue a Italia para mejorar como boxeador. Y el 1 de marzo de 1966 se convirtió en leyenda al consagrarse campeón mundial de la categoría mosca (AMB) al vencer a Katsuyoshi Takayama, en Tokio. Ese cinturón, lo defendió con éxito en tres oportunidades.
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