
Desde la aparición del circo criollo -en pleno Siglo XIX- la actividad circense ha pasado por penas y glorias. Los historiadores afirman, que fue el primer espectáculo que puso en juego, algo de la identidad sudamericana, por haber sido el pionero en dejar de imitar las artes provenientes de Europa. Aunque hay otras opiniones, el circo criollo, nació el 1º de abril de 1886 cuando los hermanos Pepe y Gerónimo representaron la obra de Eduardo Gutiérrez “Juan Moreira”, en Chivilcoy, (Provincia de Buenos Aires).
Con los Podestá, se difundieron enormemente los aires musicales. Se dio a conocer el Pericón, y se utilizó mucho el tema gauchesco.
Un circo es un espectáculo artístico, normalmente itinerante, que puede incluir a acróbatas, payasos, magos, adiestradores de animales y otros artistas. Es presentado en una gran carpa, que cuenta con pistas circulares y galerías de asientos para el público.
El circo es una noble empresa construida a lo largo de muchos siglos. La acrobacia, así como el malabarismo, el contorsionismo, y otras prácticas corporales, son expresiones humanas anteriores a los propios conceptos de circo.
La historia del mismo, se remonta al legado cultural dejado por el Oriente (China, Mongolia, India, etc.), y posteriormente por el Occidente (Grecia y Roma).
Unos 3.000 años atrás, ya se realizaban algunas de las actividades que hoy relacionamos como parte del contenido circense. Con todo, fueron los romanos, que en la antigüedad dieron el nombre de circo a las actividades de entretenimiento, o mejor dicho, a los espectáculos públicos.
Para gran parte del público de hoy, puede resultar difícil imaginar que alguna vez el circo y el teatro convivieron y que cada uno contaba con su propio espacio en el mismo escenario, en distintos momentos: era el denominado Circo Criollo.
El Circo Criollo fue único en el mundo, porque se combinaba con el teatro. El teatro nacional nace en el circo y cuando se le agregó la obra de teatro, fue una revolución.
El circo criollo no viajaba tanto. Se quedaba un mes o dos en cada pueblo. Llevaban un repertorio de veinte o treinta obras de teatro completas; la gente venía todas las noches a ver una obra diferente. Hasta 1960 había en la Argentina 200 circos criollos.
El circo, como espectáculo, ha perdido público. Pero quedan en muchos de los que hemos transitado décadas de vida, el recuerdo de esos malabaristas, payasos y equilibristas, que llenaron de emoción nuestros ojos infantiles. Por eso quiero dedicarles este aforismo:
“Hay llamas que encendidas, no podrán apagarse”.