Se pueden conocer estados de ánimo, intenciones y necesidades de los equinos atendiendo sus movimientos y sonidos. La correcta interpretación de sus orejas y cola es clave para lograr entender y comunicarse con el animal
Como en cualquier actividad que involucra hombre y caballo, la imposición no basta. Se necesita compatibilizar la inteligencia equina con la humana, que ambos se entiendan como un solo ser a través del cuerpo y las señas. Existe un verdadero lenguaje que permite comunicarse y entender al caballo. Se trata de Equs, un sistema de señas que el vaquero norteamericano aprendió de los indios chickasaw, y que posteriormente domadores expertos sistematizaron por áreas de conducta. Para entender el lenguaje equino se toman en consideración tres tipos de señas: las posturas corporales, que abarcan los movimientos de cabeza, incluidos ojos, labios y orejas; la cola y los sonidos. Las orejas transmiten pensamientos, la cola estados de ánimo y el cuerpo intenciones; todas señales que se interpretan en el contexto de la edad, sexo, raza y hábitat. Facilita el aprendizaje observar el comportamiento comunicativo entre pares: cómo responde, quiénes se comunican. Según indica en su estudio el domador Monty Roberts, en el cuerpo están las expresiones y en los sonidos, ciertos énfasis. Por ejemplo, el caballo muestra felicidad cuando deja caer la cabeza entre las patas, luego la lanza hacia atrás y hace círculos en el aire con la nariz. Se comporta alerta, despierto. Suelta risas, recoge el labio superior, exponiendo la dentadura y haciendo corveteos a cola alzada. Es una invitación a jugar o coqueteo entre ejemplares en edad de apareamiento. El caballo, orgulloso, se exhibe pomposo, alzando el pecho y los cascos. Camina a paso largo o medio galope. Apunta las orejas hacia adelante, suelta los hoyuelos de la nariz y apunta ésta al suelo, mientras arquea el cuello. Se sabe en su mejor postura. Las yeguas introducen así a los nuevos nacidos en la manada, también los potros al percibir la aceptación de un grupo de yeguas. El caballo entretenido es, según el especialista, aquel que alínea la cabeza, cuello y lomo, fija la mirada, y lengüetea suavemente con abundante salivación. En cambio, las señales de impaciencia se reflejan en intermitentes patadas, agitación de la cabeza, saltitos laterales. Muecas similares aparecen en un caballo nervioso, pero será más duro de boca, incontrolable y hasta peligroso. Sin embargo, se puede calmar si se le habla como aquietando a un bebé. Agradece la solidaridad entregándose al mando humano. De manera similar, el susto, enojo o aflicción se refleja cuando entierra una pezuña en el suelo, como preparando una patada, tensa el cuello y abre los ojos hasta mostrar algo del blanco ocular. Los bufidos son señales de juego o demostraciones de impaciencia. Para entender los mensajes hay que relacionar los sonidos con el contexto corporal. Hay relinchos largos y profundos: llamados a las crías o a otros ejemplares, también saludos al pasar un caballar cerca de otro o avisos de alguna presencia. Los caballos son animales mamíferos perisodáctilos que integran la familia de los équidos. Son herbívoros, poseen cuatro patas y cuello arqueado y largo. El nombre científico de los caballos es Equus Caballus. Las hembras se conocen con el nombre de yeguas, mientras que a los ejemplares de corta edad se los denomina potros. La altura de los caballos, como en los demás cuadrúpedos, se mide hasta la cruz, es decir el punto donde se une el cuello con la espalda en el caballo. Se elige como referencia este punto por ser una altura estable que no puede subir o bajar como la cabeza o el cuello. El tamaño de los caballos varía considerablemente entre las distintas razas, y también influye por la nutrición. Según su porte, las razas de caballo suelen dividirse en tres grupos: pesados o de tiro; ligeros o de silla; ponis y razas miniaturas. Los caballos llegan a la madurez sexual a los 4 años y el período de gestación dura alrededor de 11 meses, tras los cuales la hembra da a luz a una única cría. Puede presentarse, pero rara vez, el nacimiento de caballos gemelos o partos de 3 o más potrillos, pero esto se produce en mayor medida con yeguas de avanzada edad. Su pelaje aísla el cuerpo del caballo de las temperaturas extremas y de los efectos de los elementos. Lo protege del agua y su textura varía según los genes y hábitat del equino. Por ejemplo, las razas que evolucionaron en regiones frías, con frecuencia tienen pelo muy resistente al agua, con una capa interior suave que sirve de aislante adicional. Junto a las categorías de colores hay diferentes sombras y variedades en el color del pelaje del animal. Las manchas blancas se presentan en un 90 por ciento o de cualquier otro color que no tienen posición fija pudiendo aparecer en cualquier región del cuero.

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