En la década del '80 un argentino llegó a compartir una cancha con Mr. T, también conocido como Mario Baracus. Descubrí la poco difundida historia de Pato Margetic, el hombre que unió dos fenómenos populares: el fútbol y Brigada A.
Patricio German Margetic nació el 17 de mayo de 1960 en Avellaneda. Se formó como delantero en las inferiores de Racing y a los 17 años se fue con el pase en su poder para probar suerte en San Telmo, donde tendría un breve paso en el que alcanzó a dejar la huella de su larga cabellera rubia y 6 goles en 18 partidos.

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Su tarde de gloria, según detalla el sitio La Voz de San Telmo, la tuvo el 16 de septiembre de 1978, en la Isla Maciel, cuando le convirtió dos goles a Lanús en el triunfo por 3 a 2.

Tras el descenso del Candombero a la C, marchó a Temperley, para seguir actuando en la vieja Primera B. El gran éxito en su carrera, sin embargo, lo tendría bien lejos del ascenso: en el fútbol norteamericano.

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En Estados Unidos jugó durante 20 años y se convirtió en ídolo de un deporte que allí no gozaba (ni goza) de demasiada popularidad. Margetic vistió las camisetas de Detroit Express, Chicago Sting, Kansas City Comets, Cleveland Cruch, Tacoma Stars y Detroit Rockers; a veces en cancha de 11 y muchas otras en la liga de Indoor Soccer.

Su talento le valió apodos como "Magic Man" y una transferencia al fútbol alemán, donde baldoseó con los colores del Borussia Dortmund en la temporada 1988/1989.

Pero el dato de color, ese que le hará sacar chapa por siempre, no tiene que ver tanto con lo futbolístico y sí con lo artístico. El ex San Telmo ya era una reconocida figura del fútbol yanqui cuando, en 1984, la serie de televisión Brigada A se convertía en un fenómeno de masividad que llegaba, incluso, a invadir los hogares argentinos.

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Ese mismo año se produjo el encuentro más inesperado, aunque bien craneado por los norteamericanos, que no sabrán mucho de fútbol pero sí de shows. Para convocar más gente al estadio donde hacían de local, los dueños del Chicago Sting contrataron a Mario Baracus, que en un partido llegó a entrar al verde césped sintético vestido como un jugador más, aunque marcando la diferencia con sus clásicas cadenas de oro.

Como no podía ser de otra manera, Mr. T posó junto al número 10, Pato Margetic, generando la ovación de los presentes que, quizás, ese día le encontraron algo más de sentido a ese extraño deporte en el que incluso los partidos pueden terminar 0 a 0.

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Hoy que ya pasaron casi tres décadas de aquel momento, soñamos con el reencuentro de estos viejos ídolos. Lo interesante será saber quién se va asustar primero. Esa es la gracia.


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