En esta oportunidad, la excusa -válida por demás-, es el final de temporada de la puesta de Lo que vio el Mayordomo en el Teatro Neptuno, en Mar del Plata, donde lo acompañaron Luis Luque y Alejandra Flechner, secundados por Claudia Castagnetti, Fabián Vainstein y Andrés Portaluppi. Bajo la dirección de Carlos Rivas, Pinti se pone en la piel del doctor Gatti, un inspector de Salud Pública que visita una clínica psiquiátrica de dudoso funcionamiento. "Es una obra que, personalmente, tenía en mente hace muchos años. Vi la primera versión que se hizo en Buenos Aires, a principios de los '80, en el teatro Liceo y dirigida por Norma Aleandro. Además, conocía a Joe Orton, el autor. Se trata de un tipo corrosivo, inquietante y polémico, que fue la piedra del escándalo en la década del '60, en Inglaterra', explica el humorista. Pero la temporada que acaba de pasar no es la única excusa. Pocas semanas atrás, el humorista estuvo envuelto en una controversia por una nota que dio.
El problema no fue lo que dijo sino que un medio lo tergiversó o, al menos, forzó sus dichos llevando hacia el lugar que su propio interés indicaba, desvirtuando lo que en realidad quiso reflejar Enrique Pinti.
Por eso, la realidad nacional y la traducción de los medios de la palabra de los artistas es otro buen motivo para sentarse a conversar con Pinti y escuchar con atención su catarata verborrágica.
Hacer Lo que vio el mayordomo, entonces, ¿era una cuenta pendiente?
-Y... Entre que había visto la primera puesta y ya era amante de Orton, tuve que aceptar. La gente me pregunta: "¿vos dejaste de hacer los monólogos?". ¡Un carajo dejé los monólogos! Lo que pasa es que tuve una serie de tentaciones en los últimos años. Desde 2004, con Los Productores de Mel Brooks. Soñé con esa obra cuando no era musical, cuando la vi en el cine, en el '70. Compran los derechos, se hace con Guillermo Francella y no podía decir que no, era un sueño. Después llegó Hairspray, que también había visto la película, con el travesti Divine interpretando a Edna. Me identifiqué de inmediato con ese personaje porque también soy gordo, fui gordo y tuve complejo de gordo. Tampoco pude decir que no. Al tiempo aparece El burgués Gentilhombre, que fue la primera obra que interpreté con letra, dirigido por Alejandra Boero, en 1959, prácticamente mi debut. Cuando me dicen que puedo protagonizar la obra que había hecho, con un papelito muy chiquito, en el San Martín y a todo culo, digo sí. Trascartón llegan y me hablan de Lo que vio el Mayordomo. Son cosas que, debe ser por la edad cronológica, me hacen pensar que si no las hago ahora, no las hago más. Pero todavía están los que me dicen: 'Usted no hace monólogos porque tiene miedo que Cristina le pegue'. ¡Y no los hago porque no quiero dejar pasar oportunidades de oro! Son trabajos que se fueron presentando, vinieron, cayeron. Nunca hay que ir contra la que viene. Si bien no soy determinista, por algo vienen y aparecen a una determinada altura de la vida, cuando estás maduro para hacerlo.
¿Te gusta estar en Mar del Plata?
-Es una ciudad que me encanta y adoro pero no puedo disfrutarla trabajando. A mí me gusta trabajar en mi casa. Estoy en Mar del Plata y hay un montón de cosas maravillosas que no puedo hacer.
Estés donde estés, ¿qué no te puede faltar?
-El cine. Si no lo tengo, no puedo vivir. Por ejemplo, si me tocara hacer temporada en San Bernardo, que hay sólo un cine, y dan El Hobbit durante dos semanas, me suicido. Está bien que puedo llevar unos DVDs pero no es lo mismo. Me sacás el cine, me matás. Ya vi mucho de lo que se está estrenando ahora o se va a estrenar porque, en las vacaciones de noviembre y diciembre, estuve en Europa y Estados Unidos. También me gustan las series pero no tengo tanto tiempo para seguirlas. Me enganché con The Newsroom, con Jeff Daniels. La empecé a mirar afuera y es buenísima. Empiezo a ver muchas cuando viajo y después no las puedo seguir porque no llegan a la Argentina o llegan sólo dobladas.
Parece que sos un bicho de ciudad, ¿no?
-Sin dudas, soy del cemento. Necesito cine, gente, teatro. El campo es para un asadito, para un fin de semana con amigos de mucha confianza porque a mí, esta historia de que no sale el agua, que hay que ir con la bomba, que el agua tiene gusto a pasto. No me gusta. Ni hablar de vivir en un country. Eso es como estar en Las Viudas de los Jueves o como la vieja serie La Caldera del Diablo. A mí me gusta estar mezclado entre la multitud. Viví siempre en el barrio de Constitución y hago teatro desde 1957, casi sin pausa. Y los teatros están en el centro, y a mí me gusta estar ahí.
¿Cómo sigue el trabajo ahora que finalizó la temporada?
-Terminamos acá el 3 de marzo. Ya hicimos ocho semanas de gira por el interior, en setiembre y octubre. En abril, mayo y la primera mitad de junio seguimos con las ciudades que nos quedan visitar con Lo que vio el Mayordomo. Después tengo la propuesta para hacer Anything Goes, un musical con Florencia Peña y Diego Ramos. Hay también un montón de nombres importantes dando vueltas para sumar al elenco. Eso es seguro. Para 2014 tengo una propuesta de Alfredo Arias, el director argentino que vive mayoritariamente en París. Ha venido a hacer espectáculos relevantes y, el año que viene, quiere traer una idea de él, sobre la que yo tengo que escribir el libro y se llama Pinti con Estrellas. Será como si las grandes divas, que vinieron al país a actuar cuando yo era chico o adolescente y no pude ver, regresan. Es una especie de fantasía en donde me las encuentro a las divas. Ahí veremos qué me hubieran dicho y qué les hubiera dicho yo; cuál hubiese sido la conversación. La obra transcurre en mi casa; a las más aristocráticas, me las encuentro en el living y a las más populares, las recibo en la cocina. Serán Edith Piaf, Marlene Dietrich, María Félix, Lola Flores, Josephine Baker y otras celebridades más, interpretadas por Alejandra Radano, Sandra Guida, entre otros artistas. Yo seré ese niño/grande que habla con ellas. Haré un monólogo y tendré un diálogo con cada una sobre lo que pasa, pasó, podría pasar. Me parece muy interesante porque será un volver al género pero con otra envoltura.
Sos un personaje que, inevitablemente, está ligado a la política. Desde ese aspecto, ¿cómo ves la realidad nacional?
-Está todo muy radicalizado en la Argentina y todo lo que decís se puede volver en tu contra, hablés o no a favor, hablés o no en contra... El problema es que yo no soy blanco o negro. Toda mi vida fui de una infinita gama de grises, no me caso con nadie, ¡por alguna causa debe ser! Será porque algunas cosas no me interesaron y otras, directamente, me decepcionaron a lo largo de los gobiernos. Me ilusioné con Alfonsín, la Alianza y Kirchner. Cada uno, a su manera y su tiempo, me desilusionó. Pero cuando veo la historia viva del 80 por ciento de los que se oponen pienso "¿Hay que volver a eso?". En el país estamos en un momento muy exacerbado y siempre la culpa mayor la tiene el gobierno de turno porque es el bastonero, el que da las órdenes. Salvo por eso, la responsabilidad de lo que sucede, es compartida.
¿Nunca te propusieron un puesto como funcionario?
-No, porque saben que soy una persona indomable, inmanejable y librepensador de verdad; y un librepensador no puede hacer política. Si estuviese en un puesto de Gobierno no podría criticar a la Presidenta, sería fuera de contexto, innecesario. Si estuviese en un partido, no podría decir nada a los de mi bando. Además, vi lo que les pasó a muchos de mis colegas cuando ocuparon determinados lugares. Quieren que prestes tu nombre pero que te calles la boca, entonces te dejan sin autonomía de vuelo.
Pinti da nombres de colegas, fechas y títulos de obras con exactitud. Diversifica las historias pero, a los diez minutos, regresa al punto donde había comenzado para cerrar la idea y dejar a todos contentos.
¿Trabajás tu memoria de alguna manera?
-Cuando cuento todo, fecha por fecha, lo hago para ejercitar esta cabeza. En cuanto uno deja de hacerlo, va para atrás. Es a modo de prevención pero no me preocupa la vejez o el paso del tiempo. Siempre tuve buena memoria y capacidad para retomar las conversaciones. Por eso, no soporto a la gente que interrumpe.
¡La pasás mal en las entrevistas, entonces!
-No, para nada. ¡Me tienen que parar para preguntarme! Pero hay gente que está muy ansiosa y dispersa. Te llaman por teléfono y te preguntan por cualquier cosa. '¿Te desperté? No ¿Por qué tenés la voz así? Porque me duele un poco la garganta. ¿Y qué es ese ruido? Está la tele encendida. ¿No estás con gente? ¡Para qué me llamaste!'. Y empezás a conversar sobre algo y, de repente, te preguntan por el dolor de garganta. ¡Son portadores de Alzheimer y te pueden contagiar!
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