Y no sólo "hizo", sino que además "dijo"...
en las dos presentaciones.
, tiró, palabras más, palabras menos. Y le creímos todo, todo. Porque desde que conquistamos el corazón de
sobre el riff de "Symphony of Destruction" en aquel recital épico del 2 de diciembre de 1994 en Obras, el
quedó como loco de enamorado de este país y de su gente. Y qué privilegio que sea así.
nació por el poder descomunal que transmite la banda con sus canciones y en los vivos.
, todo, todo... De hecho, sonó como en las viejas épocas.
lejos. En sonido, en tocada, en puesta, en escenografía, en lo visual, y sobre todo en buena onda, conexión entre los músicos. El ingreso del mágico
en la guitarra reactivó todo en el Colo y en el grupo.
Con
Kiko como secuaz de
Mustaine, Megadeth no solo recuperó la potencia, el salvajismo que había perdido desde el adiós de
Marty Friedman. Sino que además recuperó el entusiasmo arriba del escenario. Se los vio contentos a todos. Sobre todo al Colo. Y eso que siempre tiene cara de pocos amigos. Pero el lunes y martes en el
Luna Park estaba feliz. Y no es para menos. Con
Dystopia y los aportes del excelentísimo guitarrista brasileño,
Megadeth volvió a ser Megadeth. Todos los que disfrutamos de esta nueva visita, lo sentimos y vivimos así.
Los dos días fueron unos 19 temas, uno atrás del otro, y
Dave "pateador de nucas" Mustaine volvió a dejar en claro por qué es tan amado en estas tierras. Desde las melodías, los riffs, los machaques, la ejecución, oficio, expresión, sentimiento, e interacción sin demagogia con el de abajo en cada una de las rolas, el
Colo de la gente desplegó su grandeza en las tablas del Luna y como siempre, fue venerado por todas las generaciones que coparon el mítico estadio de la calle Madero en las dos oportunidades.
Claro que
Mustaine siempre se lleva todos los aplausos y miradas. Pero en esta presentación de
Dystopia, el que captó la atención de todos y se ganó un lugar enorme en el corazón de los amantes de
Megadeth -si es que no lo querían desde antes por su gran laburo en Angra- fue
Kiko Loureiro. El brasileño la rompió toda, toda. ¡Qué bestia, Dios! No paró de meter de dedos. Ojo, no es solo un técnico dentro de la técnica.
Además de ser un virtuoso en las ejecuciones, es un virtuoso en expresión. El sentimiento que le pone a cada estirada es enorme. Te clava las notas de una manera que emociona. Algo que no todos tienen. Y por toda esa catarata de recursos que peló junto al
Colo, Kiko tapó todos los agujeros que habían quedado post
Friedman -al menos, para el que escribe estas líneas-. Y se notó su mano, su impronta en la composición de los temas de
Dystopia. Gran incorporación.
Ni hablar de la locomotora que es la base de
Megadeth. ¡Te aplasta! El que fue a algún show de la banda, sabe que siempre te aplasta. Bueno, imagínense en un lugar cerrado como el Luna Park. ¡Terrible! El histórico bajista
David Ellefson, que no necesita presentación porque estuvo desde la gesta en esta leyenda llamada
Megadeth, fue letal. Lo que hizo sonar ese Jackson Signature de 5 cuerdas no tuvo nombre. Un sonido de las cavernas. Cuerpo enorme, medioso, agresivo, sucio. Y pared, pared.
Y el batero belga
Dirk Verbeuren, que reemplazó a
Chris Adler, también nos mató a todos. Hacía rato que no se escuchaba un doble bombo así como el de Dirk. Topadora, topadora el ex baterista de
Soilwork.
En definitiva, una bomba esta nueva visita de
Megadeth. Para tristeza de todos,
Dave avisó que va a pasar "un tiempo" largo para que vuelvan. Ojalá que no sea tanto, Colo. Porque Argentina te ama. Porque Argentina te espera siempre. Igual, más allá de lo que suceda, este es un amor que trasciende los tiempos. Así que acá aguardaremos ansiosos por el reencuentro. ¡¡Megadeth, Megadeth, aguante, Megadeth!!!
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