Una vez más, Leo Sbaraglia regresa a la pantalla chica, pero con una megaproducción de la señal internacional HBO, la segunda temporada de El Hipnotizador que estrena hoy a las 23. Dos años después de su primera temporada. Un actor abocado al cine, teatro y en cuanto a televisión abierta nacional se trata, Sbaraglia esquiva el desafío.
Su último trabajo como protagonista de una miniserie fue el recordado El Garante (Canal 9, 1997), cuando la televisión todavía no se regía por la ley absoluta del rating. En 2012 y 2013 Sbaraglia aceptó la propuesta de trabajar en las dos temporadas de En Terapia para la Televisión Pública, un canal que no se regula por la ley del mercado. Sin duda, una excepción en su prolífica carrera.
“A mí nunca me tocó trabajar en una televisión que se arma en función del rating. En mi opinión, me parece bravo porque está determinado por algo absolutamente arbitrario que nada tiene que ver con la calidad ni con la artística, sino con otras reglas. No digo que no lo vaya a hacer. por ahí el año que viene termino trabajando en la televisión abierta. Por ahora, digo, por suerte no tengo la experiencia”, cuenta Sbaraglia que a sus 47 años da la sensación que se da el lujo de elegir hace tiempo en los proyectos que se involucra.
A su vez, Sbaraglia señala la gran diferencia de trabajar en una señal poderosa en materia de producción: “El nivel de inversión y el mercado que maneja es muy grande y eso hace que las posibilidades de inversión sean aún mayores. Y también, por esa razón , puede apostar a proyectos más elaborados y que no estén determinados por el minuto a minuto. El Hipnotizador aborda un género casi nada transitado en la televisión abierta, el género fantástico”. En palabras de su autor, Pablo De Santis: “La televisión en general trata historias más realistas o se apela a la línea de Game Of Thrones en el mundo fantástico. En El Hipnotizador aborda el mundo real distorsionado por los sueños, las pesadillas que el cine lo retoma pero en el marco del género del terror. Lo que quiero decir que fuera del cine de terror, no hay cine fantástico y menos en la televisión”.
En la segunda temporada, el personaje Natalio Arenas (Sbaraglia) parte de la pregunta general sobre lo que uno siente cuando está hipnotizado: “Es como que uno está mandado, tomado, por la cultura del malestar. Estamos todo el tiempo tomados por eso. hoy podría ser por las redes sociales que, obviamente, no abarca El Hipnotizador porque se circunscribe a una época de inexistencia de las nuevas tecnologías. En aquél entonces se estaba tomado, por ejemplo, por la radio, el diario (después viene la televisión). ¿Hasta qué punto uno es dueño de su propia naturaleza? Es un tema complejo el Hipnotizador se mete en el presente a través de las fantasías, sueños que se aborda de manera poética con el dolor de la pérdida”.
Para Sbaraglia las dos temporadas son claramente diferenciables: “En la primera temporada Arenas era el hipnotizador hipnotizado, como si le hubieran extirpado el corazón, como si hubiese hipnotizado su historia de amor (Arenas busca a su amor perdido). De pronto, en la segunda temporada se le devuelve el corazón y dejó de estar hechizado. Como elige convivir con el dolor, le permite volver a amar. El tema es cuando llega a la ciudad Puente Blanco que aparenta ser una ciudad perfecta. Pero en el encuentro con su gente Arenas nota que esa gente eligió eliminar el dolor. Vivir sin dolor es como vivir sin historia, todos los que viven en ese puebla han dejado su pasado en el cajón de los pasos perdidos y retornan a una nueva vida”.
La segunda temporada arranca con el dilema de si se puede extirpar el dolor o se convive con él para reconstruir una nueva vida, una nueva historia. En la primera, Arenas simplemente recorría otro pueblo para salvar a la gente del dolor al recuperar el pasado con la hipnosis. Arenas se va del pueblo de la primera temporada con la intención de dejar hipnosis por los estragos que generó.
En la primera temporada la ciudad es oscura y en al segunda completamente luminoso, “aunque no por ello deja de ser menos oscura. Es mucho el dolor que no se deja ver. Sin embargo es Puente Blanco donde Arenas, el hipnotizador, se reencuentra con él mismo. Es como si se hubiera sacado los años de encima y eso es lo que lo hace un tipo vital, más entero, con un reconocimiento de su propia pérdida pero con reconocimiento para poder amar. Por eso digo que dentro del marco fantástico, se cuenta una historia de amor”.
Como en la primera temporada. Arenas, el hipnotizador, es el extranjero que llega a una ciudad para romper el equilibrio. En la primera temporada es un hipnotizador que no puede dormir en el hotel mientras todos los huéspedes lo hacen. Un espíritu no lo deja conciliar el sueño y lo mantiene en constante vigilia. En esa primera temporada resuelve el misterio de su amante a través de los casos individuales que resuelve y cada uno de ellos va armando un rompecabezas del rastro de esa mujer.
En la segunda temporada, “Arenas rompe el equilibrio de una manera atroz, criminal. Empieza a desencadenar muertes en un lugar donde no había muertes. El viene a iluminar lo que permanece oscuro. En este marco quiere dejar de hipnotizar, aunque pierde cierto poder su naturaleza no deja que abandone ese don”.
Cuando se traslada a Leo Sbaraglia al presente y se le pregunta qué problema del país intentaría solucionar con hipnosis, el actor respira profundo y afirma que si la pregunta hubiera sido la semana pasada apuntaría a develar su voto. “Vamos a hablar metafóricamente sobre lo que ocurre, por ejemplo, en mi ámbito que es el cine. Son luchas muy desiguales, es como querer deshipnotizar a Mike Tyson y en la pelea o como querer jugar en el Real Madrid en su cancha en el estadio Bernabeu. Está todo alineado hacia un lugar y no sólo ocurre eso en Argentina sino en el mundo”.
No evade las preguntas sobre el nuevo rumbo del país, pero se cuida de personalizar y trata de analizar la situación sin perder su esencia: “Yo sigo creyendo en lo que creí y sigo combatiendo en lo que creo de manera más o menos inteligente, estratégica. Yo lo que pienso y digo ahora los sostengo hace años,. Hay que ver a dónde nos lleva todo esto. Yo tengo la esperanza en que la humanidad sea más humana. Aquí, en Grecia, Africa o España, país al que quiero mucho y que no la está pasando bien (por el intento de independizar de la región de Cataluña). Hay un alineamiento, particularmente, extremo en estos momentos. Yo creo que tiene que ver con una vuelta de la expansión capitalista con Estados Unidos a la cabeza y que está volviendo a tomar estos territorios”.
El actor señala que en estos momentos críticos “no hay que deprimirse ni estancarse, sino recalar en la originalidad que han sido otros momentos históricos en la Argentina y de lo que hemos construido hasta hoy”. En lo que respecta a la cine específicamente, su trabajo, “tenemos problemas pendientes que son históricos y es una discusión que hay que seguir dando”.
Lo nuevo de estos nuevos tiempos para Sbaraglia coloca al cine nacional en una situación dramática: “hay intenciones de reducir el presupuesto de la ley de fomento, la 932,. Esta desfinanciación afectaría a una gran cantidad de películas independientes de gran calidad artística. Yo me pregunto ¿cuál es el rol de estado, producir cultura o el negocio?”.
Y cita como ejemplo su propia experiencia en el cine este año: “Se estrenaron tres películas con suerte muy dispar. Una acorde con el mundo del mercado como Nieve Negra (con Ricardo Darín y dirigida por Martín Hodara), El Otro Hermano (de Adrián Caetano) muy fagocitada desde la exhibición, la ahogaron y No Te Olvides de Mí (de la debutante Fernanda Ramondo) hecha con dos mangos. Si me preguntas si las tres películas se debieran hacer, sin duda, contesto con un rotundo sí. Después hablemos de buenas y malas películas”.
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