Islas se rompió. Lo acusó, como es de costumbre en estas situaciones, de "mala leche". Para él, sin embargo, la cosa se repuso rápido. Su carrera creció y llegó a ser el arquero titular en el Mundial de Estados Unidos '94.
A Pajurek le costó mucho. Era un futbolista sin grandes aspiraciones, y tuvo una carrera tranquila, olvidable. A los 26 años se retiró con la camiseta de Defensa y Justicia por un problema en el tobillo.
Nunca volvieron a hablarse. Años atrás Pajurek contó que intentó pedirle perdón, y que el arquero "lo trató mal". Todavía se lanzan declaraciones cruzadas: el cordobés jamás logró sacarse el estigma de mal intencionado.
Marco Sandy le cortó las ilusiones a Darío Franco de participar de la Copa del Mundo del '94. Se cruzaron un año antes, en la Copa América de Ecuador, la última que levantó una selección argentina. El boliviano, años antes de llegar a Gimnasia de Jujuy, impactó brutalmente contra el actual técnico de Defensa y Justicia.
Franco se quedó sin Mundial. Era una fija, titular inamovible. Tardó seis meses en recuperarse de la rotura de fractura y peroné. Y no recuperó su nivel futbolístico. Sandy, en cambio, fue uno de los centrales que integraron el histórico plantel boliviano que jugó en Estados Unidos.
Hace poco recordó su sensación por quedarse afuera de la lista que nominó Alfio Basile. Lloró. De todos modos, no le guarda rencor al boliviano: "No fue con mala intención".
La historia de Nery Pumpido es más conocida. Otra tibia y peroné, en una jugada similar a la que vivieron Agustín Orión y Carlos Bueno en el partido entre Boca y San Martín de San Juan. El arquero colisionó con Julio Olarticochea, mientras lo dos buscaban cerrar un pase en cortada que habían puesto para uno de los atacantes de la URSS.
En la cara de los compañeros del arquero, y en los interminables gestos de dolor de Pumpido, estaba el diagnóstico: no podría volver a ocupar el arco de la Selección Argentina y le cedería los tres palos a Sergio Goycochea, de extraordinaria participación en la Copa del Mundo de Italia 90'. Se volvió a Buenos Aires y vio la final frente a Alemania por televisión.
Meses más tarde volvió al arco del Betis de España, equipo donde atajaba. Y se retiró dos años más tarde en Unión de Santa Fe. A Olarticoechea no le pasó nada: terminó de jugar ese partido, que fue victoria por 2-0 para los de Carlos Bilardo.
Lo de Martín Palermo fue de película, como su carrera. Insólito. El delantero había llegado a Villarreal hacía pocos meses. Era la gran esperanza: venía de mostrarse en la final de la Copa Intercontinental frente al Real Madrid, con dos goles. El "Submarino Amarillo" estaba en alza. Y el ex Boca empezaba con el pie derecho: se adaptó y convirtió algunos tantos. Se ganó el cariño de la gente.
Fue ese amor el que le rompió la tibia y peroné. El "Titán" le metió un gol al Levante y, eufórico, quiso hacer algo que no podía hacer en las canchas del fútbol argentino: abrazarse con los hinchas para festejar el tanto. El amor explotó: se le vino los cimientos de la tribuna encima, en la pierna. No hubo heridos, salvo él: seis meses afuera.
Palermo se recuperó. Y el resto de su carrera es conocida.
Eduardo Bennett fue uno de los pocos hondureños que pasaron por el fútbol argentino. Dejó una marca, además de la frase del "Bambino" Veira —"Vos ya triunfaste", en referencia a que llegó al predio de Bajo Flores solo—: por una plancha, le hizo una fractura doble a Cristian Acevedo.
El volante tuvo que reinventar su carrera. Después de un mal paso por Vélez, se sumergió en el ascenso: Almirante Brown, Ferro, Defensores de Belgrano, Argentino de Merlo. Se retiró en 2009, en Dock Sud.
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