El presente errático de Boca también expresa el presente incierto de su entrenador, Guillermo Barros Schelotto. Anteriores técnicos de Boca que salieron campeones, como Falcioni, Arruabarrena e inclusive Bianchi, fueron desplazados en nombre de profundas insatisfacciones de los hinchas y de la dirigencia. El Mellizo siente el acoso del ambiente. Y su tono diplomático le abrió paso a respuestas más vehementes.

Saliendo campeón, Julio César Falcioni se fue mal de Boca. El Vasco Arruabarrena saliendo campeón, se fue mal de Boca. Ni hablar de Carlos Bianchi: en su tercera etapa en el club, después de consagrarse multicampeón, se fue pésimo de la institución, cesanteado sin mayores explicaciones ni sutilezas por el presidente Daniel Angelici.

Guillermo Barros Schelotto, naturalmente, no desconoce estos casos citados. Y aunque siga manteniendo una relación muy fluida y cordial con Mauricio Macri y no tanto con Angelici, sabe que su horizonte profesional está subordinado a no resignar la conquista de este campeonato.

Si Boca no sale campeón, Guillermo y Gustavo no tendrían un camino allanado para seguir en Boca, más allá del voluntarismo de Angelici que plantea que la firma de un nuevo contrato “no depende de un resultado”. Y si Boca sale campeón agarrándose de las paredes como lo hizo en el reciente 1-0 frente a Newell’s, mostrando una silueta claramente especuladora, habrá que ver qué decisión toman los Mellizos, aunque todo indicaría que continuarían.

No es un improvisado Guillermo. Tampoco Gustavo. Pero el que da la cara es Guillermo. El que goza de cierta idolatría (pese a quien le pese el ídolo absoluto es Riquelme) en Boca es Guillermo. Pero la idolatría alcanza hasta ahí. No tapa todo. Ni la frustración en las semifinales de la Copa Libertadores del año pasado cuando cayó con muchísima más pena que gloria en La Bombonera ante Independiente del Valle ni éste presente alejado de cualquier certeza a cinco fechas del cierre del torneo.

Las expectativas iniciales de Guillermo cuando se vinculó como entrenador de Boca el 2 de marzo de 2016 nunca pasaron por la medianía. Su anterior experiencia en Lanús cuando coronó su viaje por el sur con una Copa Sudamericana obtenida en diciembre de 2013 frente al Ponte Preta, siempre tuvo por delante la enorme motivación de regresar algún día a Boca como técnico y dirigir a un equipo muy ofensivo y ambicioso .

Entre jugar en un club chico de Europa y en Boca, Guillermo elegía Boca. “Si me hubiera venido a buscar la Juventus, el Real Madrid o el Milan la cosa hubiera sido distinta. Pero esto no ocurrió”, nos dijo cuando su protagonismo en Boca no se detenía. En la función de técnico, ese pensamiento que años atrás había elaborado como jugador, continuó siendo el mismo.

Boca es tan grande como cualquier grande del fútbol mundial. La frase no es un textual de Guillermo. Pero Guillermo interpreta y abraza esa sentencia como si fuese propia. Se preparó para ser entrenador y para tener un master como técnico de Boca. Seguramente por eso las circunstancias, no deseadas, que viene atravesando el equipo aun siendo puntero van limitando su habitual corrección política a la hora de las respuestas públicas.

No llegó Guillermo a Boca para bancar a jugadores indisciplinados o poco profesionales. No llegó para ganar dos partidos y empatar o perder el siguiente denunciando un perfil mediocre. No llegó para justificar lo que hizo fuera de la cancha Fulano o Mengano. No llegó para perder la paciencia en las prácticas, morderse los labios y terminarlas abruptamente. No llegó tampoco para entrar en un ida y vuelta con algunos periodistas que le festejan hasta cuando dice “buenos días” y le cantan el feliz cumpleaños.

Llegó para abrazar la gloria. Y para poner arriba de la mesa su convicción para leer el fútbol y para transmitir todo lo que le dejó el Viejo Griguol en Gimnasia, Carlos Bianchi en Boca y el Flaco Menotti como una celebridad a la que siempre admiró, aunque teniendo la posibilidad de ser dirigido por Menotti en Independiente, prefirió que su destino fuese Boca, conducido por aquellos días por el histriónico Bambino Veira. “Según el presidente Bottaro, Guillermo estaba viniendo para la sede para firmar con Independiente, pero algo pasó en el camino y terminó cerrando en Boca”, dijo el Flaco años después.

No se equivocó Guillermo. A Boca le dio todo. Y Boca le dio todo. Una contraprestación extraordinaria. Un matrimonio por conveniencia que se rompió cuando desplazado de la titularidad por Alfio Basile ante la irrupción del punta Rodrigo Palacio, en abril de 2007 eligió irse a jugar a la siempre experimental liga de Estados Unidos defendiendo al Columbus Crew, hasta que regresó cerrando su carrera en Gimnasia.

Siempre quiso volver Guillermo a Boca. Aunque siempre lo haya relativizado en nombre de dedicarse al presente. Volver para ganar todo (Copa Libertadores y Mundial de Clubes incluido) jugando muy bien. El combo completo. La película ideal. El sueño, en definitiva. Hoy aquella película y la construcción del sueño, parece una ficción. Y por el momento es una ficción.

Boca, mientras tanto, es un pasajero en tránsito. ¿Guillermo también?

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