Tiene 20 años, jugó en Eslovenia y Grecia. A diferencia de muchos chicos, él eligió el camino inverso y de Europa viajó a la Argentina para crecer en el fútbol nuestro, donde no tiene compatriotas. En un mano a mano con DIARIO POPULAR, contó que usa el Google Translate para comunicarse y que todavía no conoce el Obelisco

Se levanta temprano, se viste, desayuna, camina menos de cien metros y arranca a entrenarse. David Olaoye tiene 20 años, llegó desde Inglaterra hace dos meses y juega en El Porvenir, en la Primera C. No conoce Puerto Madero, el Obelisco ni Palermo, pero caminó por los centros de Lomas de Zamora y Lanús. Vive en la pensión del club de Gerli con más de cinco chicos y no habla español.

—¿Cómo hacés para comunicarte con tus compañeros?

—Uso el Google Translate con el celular. Cuando necesito algo, lo escribo y ellos lo leen. Y al revés también. Igual no hablo mucho soy callado.

—En la Argentina los chicos sueñan con llegar a Primera y después jugar en Europa. ¿Por qué vos hiciste al revés?

—Vine a la Argentina para ver cómo es el fútbol sudamericano. Quería aprender una cultura diferente, tener más partidos y generar experiencia. Para mí es mejor jugar en un club de tercera división en Argentina que en un club más chico de una tercera liga europea. Es difícil para los jóvenes en Inglaterra jugar al fútbol porque muchos extranjeros llegan a grandes clubes, entonces los mejores jugadores jóvenes van a otros clubes más chicos y así van tapando.

—¿Creés que un chico acá tiene más presión que en Inglaterra?

—No sé, yo sé que muchos juegan al fútbol por su familia. Pasa acá y en Inglaterra, yo tengo presión pero es la que me pongo yo. Mi familia quiere que yo sea el mejor futbolista que yo pueda ser y que tenga el mejor nivel que yo pueda tener. Hago esto por mí mismo, no tengo la necesidad de ser sostén y hay otros que lo tienen que hacer, pero no es mi caso.

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Foto: Walter Papasodaro
Foto: Walter Papasodaro

A diferencia de sus nuevos compañeros de El Porvenir, él no jugaba en la calle. David pateaba la pelota en su casa con su hermano mellizo, Daniel, -que ahora juega en Nordvarmlands de Suecia-, en la escuela y, además, en la Academia David Beckham. No conoce el potrero, pero así creció su carrera. Un ojeador lo vio y lo llevó a Grecia. Estuvo dos años allá hasta que cruzó el Mar Adriático hasta Eslovenia. Tuvo una lesión, conoció a un representante argentino y, después de que su madre dijera “sí, está bien, andá”, recaló en el sur del Conurbano bonaerense.

—¿Te sentís cómodo con la forma de jugar de acá?

—Sí, pero no es fácil para mí. Acá se juega 4-4-2 y yo estoy acostumbrado que en todos lados siempre me enseñaron 4-3-3 y 4-2-3-1, a lo sumo. Pero aprenderé y me adaptaré sin dudas. Me gustan los nuevos desafíos, me hacen crecer y aprender.

—¿Notás que acá luchan más?

—Y no solo en la cancha. También en los entrenamientos, tengo que jugar y esforzarme porque acá pelean todo el tiempo por un lugar.

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<p> Foto: Walter Papasodaro / Diario Popular</p><div><br></div>

Foto: Walter Papasodaro / Diario Popular

Esos mismos chicos que luchan por un puesto en el equipo también viven en la pensión. Están en una habitación que da al playón del club. Una ventana casi al ras del piso, rejas blancas y, atrás, tres chicos que hacen bromas entre ellos. Están sentados en las camas cuchetas con la ropa del club y haciendo bromas entre ellos. Casi a los gritos.

—El negro es re piola. Trata de hablar aunque no sabe y está mucho en la peluquería — cuenta uno de ellos.

De fondo, como casi siempre en el Conurbano, se escucha una cumbia. Mientras suena, los pibes del club gritan, se ríen y hacen chistes.

—¿En qué te parece diferente el ambiente con respecto a Europa?

—Acá es más como una familia. Te dan todos la bienvenida, si uno está solo ellos vienen a intentar hablarte. Es más unido, en Inglaterra no pasaba. Son como más independientes o solitarios. Quizás un poco en Grecia, pero esto es diferente. Hay música a la mañana, a la tarde y a la noche. Eso me gusta, están todo el día con la música.

—¿Ya te aprendiste alguna canción?

—No puedo cantar porque no sé las letras. No entiendo ni qué dicen, pero me gustan, son divertidas. La comida es rica también. Comí bondiola y zoripan (sic).

David nació en 1996, en el este de Londres. Diez años después de “La Mano de Dios” y catorce más tarde de la Guerra de Malvinas. No estaba ni en los planes cuando Diego levantó su brazo izquierdo por encima de Shilton.

—Me nombran la jugada, pero bueno nos cargamos —sonríe.

—¿Sabías que en Argentina hay una canción que dice “el que no salta es un inglés”?

—Jajaja, no. No sabía, quizá hay una rivalidad pero no creo que afecte. A mí no me afecta, es graciosa la canción pero creo que la rivalidad es de otra era.

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