El domingo 29 de mayo el fútbol uruguayo se estremeció. El humilde Plaza Colonia salió campeón y se convirtió en el primer equipo que no es de Montevideo en ganar un título. La vuelta fue ante Peñarol, en el "Campeón del siglo" –el nuevo estadio del aurinegro- y entre los futbolistas que festejaban había un argentino: Germán Rivero.
Se levanta, toma la bicicleta, pedalea doce cuadras y llega al club. Rivero, de 24 años, es el goleador del equipo y realiza este ritual todas las mañanas. "Te podés trasladar fácil, ahora en invierno hay poca gente y hace frío, pero se puede viajar bien", cuenta a DIARIO POPULAR. El camino que recorre es el de los coquetos pasajes de Colonia de Sacramento, la pequeña ciudad que aloja al albiverde y que suele ser –a pesar de su fama de rompeparejas- una de los destinos turísticos más elegidos por los argentinos.
Según revela el diario Ovación, Plaza Colonia tiene un presupuesto de 65.000 dólares mensuales y hace un año y medio casi no se presenta a disputar el campeonato de la B uruguaya. En ese momento, los inconvenientes eran muchos. Durante gran parte de su estadía en la segunda división el equipo soportó entrenar con pelotas ovaladas, dificultades en el campo y, por supuesto, atrasos en los pagos. Sin embargo, así y todo el equipo creció y finalmente ascendió.
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Rivero llegó a la institución ya con el "Pata Blanca" en Primera División. Su recorrido está lejos de los flashes del fútbol de elite en Argentina. "Estuve parado diez meses antes de venir acá", cuenta. Antes de cruzar el Río de la Plata se desvinculo de Fénix, en la Primera B Metropolitana. Allí sólo jugó 17 partidos y metió tres goles, el último de ellos a Chacarita. Pero esa decisión la pagó caro y, por un tiempo, no encontró un otro equipo que lo acoja y tuvo que rebuscársela.
"Trabajé con mi viejo un tiempo. Él es albañil y había que ayudar. Fui todos los días con él para tratar de ayudar a la familia", recuerda. En el medio se entrenaba aparte y seguía moviéndose con la ilusión de encontrar otro club: "Uno no tiene que perder las esperanzas, siempre tiene que estar alerta".
La consagración de Plaza Colonia fue en el nuevo estadio de Peñarol. Nunca un equipo que no fuese de Montevideo había sido campeón, pero albiverde rompió el estigma. En cancha también estuvo Diego Forlán. "Te asombra, me encantó enfrentarme contra él. Y te motiva saber que es un jugador que estuvo tanto tiempo en el fútbol europeo", se entusiasma. El destino del fútbol los cruzo en la definición del torneo uruguayo cuando, sólo dos años atrás, los tenía en dos posiciones completamente distintas.
El 29 de enero de 2014 el delantero uruguayo se convirtió en el jugador mejor pago de la historia del fútbol japonés. Firmó contrato con el Cerezo Osaka por 5.8 millones por año que lo llamó para ser campeón. Rivero, por su parte, estaba preparándose en Flandria con el objetivo de no descender a la Primera C. Sin embargo, a pesar de los cinco goles que hizo en el torneo, el conjunto de Luján no consiguió la meta y descendió. También lo hizo el equipo japonés en la J.League.
"El objetivo cuando llegue era no irse al descenso", sostiene Rivero. Pero finalmente el logro estuvo a años luz de esa búsqueda y fueron cumpliendo pasos. "Cuando clasificamos comimos pizza y cordero que nos prometió el técnico. Era un premio chiquito". Con el título todo cambió. La fiesta fue mucho más grande, las calles de Colonia de Sacramento esperaron al equipo volver esos 200 kilómetros que los separa de Montevideo y con la gloria en sus manos.