Antes, con Jorge Almirón, Mauricio Pellegrino y Gabriel Milito, Martín Benítez jugaba por las bandas y era resistido hasta la exasperación por los hinchas. Desde el arribo de Ariel Holan, el media punta juega de titular donde siempre reclamó Bochini que jugara: en tres cuartos y libre para entrar en contacto con la pelota. Este Benítez reconvertido en figura del equipo pone en jaque las decisiones y los miedos de anteriores técnicos.

El muy buen presente de Martín Benítez en Independiente, precipita una pregunta: ¿qué le pasó al media punta para que a partir de la llegada de Ariel Holan fuera construyendo una recuperación futbolística muy importante?

Es cierto que con Mauricio Pellegrino como entrenador de Independiente, Benítez durante la segunda mitad de 2015 alcanzó lo que antes nunca había logrado: estabilizarse como titular y conquistar un rendimiento muy influyente hasta convertirse en el jugador más destacado del equipo.

A favor de esos meses no brillantes pero sí muy bien calificados, surgió la oferta del club turco Galatasaray por 7 millones de euros. La dirigencia roja no lo transfirió y durante el 2016, primero con Pellegrino y después con Gabriel Milito de técnico, Benítez nunca se consolidó. Y cayeron sus acciones.

La resistencia de los hinchas hacia su figura fue en progresivo aumento. Afirmar que le dijeron de todo menos lindo es un lugar común. Pero ese lugar común reflejó el grado de oposición destructiva que fue generando su presencia en el equipo.

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El otro escenario que trasciende a los humores, profecías y diagnósticos buenos o malos que perfilan los hinchas, es el de los técnicos y las funciones que le asignan a los jugadores. Con Benítez siempre existió una gran confusión. ¿Cuál era? Hacerlo jugar donde rinde menos. Por ejemplo, por las bandas. La derecha o la izquierda. Casi nunca por el medio, donde está jugando ahora.

Por las bandas su potencial y su desequilibrio se restringen, aunque en los primeros meses de Pellegrino se haya destacado. Sin embargo tanto Jorge Almirón, Pellegrino como Milito lo utilizaron por los laterales. Bochini repetía ante cuanto micrófono se le cruzara por el camino que Benítez tenía que jugar en tres cuartos de cancha, con libertad para frecuentar distintos sectores y con la posibilidad de entrar en muchas oportunidades en contacto con la pelota. Nadie lo escuchó. Es más: fue despreciada su opinión.

Por las bandas su potencial y su desequilibrio se restringen, aunque en los primeros meses de Pellegrino se haya destacado. Sin embargo tanto Jorge Almirón, Pellegrino como Milito lo utilizaron por los laterales.

Hasta que llegó Holan a principios de año. Y Holan lo escuchó al Bocha. A pesar de que en el arranque de su gestión, Benítez no era titular. Comenzó a serlo en el 2-0 frente a Talleres en Córdoba. A partir de allí, comenzó a crecer. Y a jugar en relación al manejo en velocidad que acredita. Manejo y lectura del juego para meter una pelota con ventaja a un compañero, aunque tuvo y tiene que lidiar con el estigma de que anda “con un balde en la cabeza”.

Ese prejuicio prendió incluso en el ambiente especializado. ¿Qué se le criticaba a Benítez más allá del balde invocado? Un empecinamiento a pasar por lugares donde no se puede pasar. A gambetear donde no hay que gambetear. Fueron tantos los insultos y las reprobaciones directas que recibió hasta hace unos meses que quizás otro jugador se hubiera quebrado.

Benítez no se quebró. Evaluó irse de Independiente. Pero en la duda, eligió seguir. Y siguió. No se equivocó. Al contrario. Holan le dio la chance que necesitaba: jugar en tres cuartos, detrás de ese punta clásico que es Gigliotti y con un menú de amplias libertades para encarar. Y entonces apareció el media punta que encara, se asocia y pasa.

Con 22 años conserva algo que no abunda y que vale la pena reivindicar: no tiene miedo de perder la pelota. No le quema, aún en situaciones muy comprometidas. La pide. La quiere. La arriesga en el mano a mano. Y abre puertas. Porque la gambeta destruye cualquier sistema defensivo. No es gambetear por gambetear. Es gambetear para crear el espacio. Para desarticular al rival. Para mezclarle las barajas. Y para inducirlo al error.

Con 22 años conserva algo que no abunda y que vale la pena reivindicar: no tiene miedo de perder la pelota. No le quema, aún en situaciones muy comprometidas. La pide. La quiere.

La virtud apreciada y reconocida de Holan fue simple y a la vez celebrada observando sus efectos posteriores: darle a Benítez la titularidad y el lugar en la cancha que más se adecuaba a sus características. Nada extraordinario, pero los técnicos anteriores no habían promovido esa decisión por cuestiones tácticas. ¿Cuáles eran esas cuestiones tácticas? No jugar con una doble punta por el centro del ataque por temor a debilitar la zona de volantes. Se perdieron ver a Benítez arrancando de atrás en una especie de falso nueve que puede aparecer por cualquier sector para tirar una pared, descargar a los costados o enhebrar una maniobra individual con sentido colectivo como las que dibujó en el reciente 2-0 ante Racing o en el 4-2 frente a Newell’s.

Hoy Independiente reivindica un sistema que parecía fuera de concurso a nivel mundial: un 4-2-4. Porque Rigoni y Barco por afuera más Gigliotti y Benítez por adentro configuran a los 4 de arriba. Pueden retroceder, dar una mano en el medio y ayudar a los volantes para achicar los espacios, pero los 4 son delanteros. Y juegan de delanteros.

El saldo es que Benítez no se fue, Holan lo rescató de las tinieblas e Independiente recuperó a un jugador que sin ser un fenómeno, es sin dudas muy bueno. El equipo lo comprueba.

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