El querido monje benedictino argentino falleció a los 83 años en Junín, tras más de siete décadas de vida religiosa en el Monasterio de Los Toldos. Autor de más de cuarenta libros, supo acercar la fe al pueblo.
En la ciudad bonaerense de Junín, falleció a los 83 años Mamerto Menapace, el monje benedictino que durante más de medio siglo acercó la espiritualidad cristiana al pueblo argentino con cuentos, metáforas rurales, humor y una fe profunda. Con su partida, se apaga una voz entrañable y cálida, pero su mensaje perdura en libros, discos, películas y, sobre todo, en el corazón de quienes alguna vez lo escucharon o leyeron.
Nacido el 24 de enero de 1942 en Malabrigo, un pequeño pueblo del chaco santafesino, Mamerto ingresó desde muy joven al Monasterio Santa María de Los Toldos, fundado en 1948. Allí vivió más de siete décadas, convirtiéndose en un emblema no solo de la vida benedictina, sino también de un modo accesible y popular de transmitir el Evangelio.
Se ordenó sacerdote en 1966, tras completar sus estudios en el monasterio de Las Condes, en Chile. En su largo camino espiritual fue abad del monasterio durante doce años y en 1995 fue elegido abad presidente de la Congregación Benedictina del Cono Sur, que incluye comunidades de Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay.
Lejos de quedar encerrado en la vida monacal, Menapace eligió compartir su sabiduría con el mundo. Lo hizo con un lenguaje cercano, lleno de metáforas del campo, referencias a los animales, a la tierra y al mate. Sus cuentos parecían salir de un fogón, pero tenían la profundidad teológica de quien ha dedicado su vida a la contemplación y al estudio.
Publicó más de cuarenta libros, entre ellos Un Dios rico de tiempo, Madera verde, El paso y la espera, Salmos criollos y la serie Catequesis Yerbiadas. Obras que recorrieron parroquias, ferias del libro, bibliotecas rurales y hogares, y que fueron abrazadas por lectores creyentes y no creyentes por igual.
También incursionó en la música y el audiovisual. Produjo discos como De yerbas y otros cuentos, Solidaridad y Charla para desanimados, donde combinaba relatos con reflexiones de vida. En cine y video, participó en obras como Reflexiones-Imágenes-Charlas y Cuento con ustedes. En todos los formatos, su estilo era el mismo: profundo, pero llano; espiritual, pero cotidiano.
Su prédica nunca fue grandilocuente. Era un contador de historias. A través del relato encontraba caminos para enseñar sin imponer, tocar sin herir y sembrar sin exigir cosecha. Comparado a menudo con el beato Cura Brochero, Menapace era un místico del campo. Hablaba de Dios con la misma naturalidad con la que se habla del clima o de una buena cosecha.
En sus cuentos convivían la Biblia y la yerba mate, el Evangelio y el corral, los salmos y las vivencias rurales. Su estilo narrativo fue una herramienta evangelizadora inédita que permitió a muchos argentinos reencontrarse con la fe, desde su propio lenguaje y cultura.
Su popularidad comenzó en el programa radial “La Campana”, de LT33 Radio 9 de Julio, donde se destacaba por su estilo ameno. Luego, su voz se amplificó en medios nacionales como Desayuno Continental, y su colaboración con figuras como Luis Landriscina y René Favaloro en iniciativas evangelizadoras desde escenarios como el Luna Park, lo catapultaron a una audiencia masiva.
En los últimos años, participaba en el programa televisivo “Claves para un Mundo Mejor”, donde seguía brindando mensajes de fe y esperanza. En su última aparición, dejó un mensaje que hoy resuena con fuerza profética: “Mi Vida y Mi Obra”, una despedida sutil, serena y consciente del ciclo que se cerraba.
La Conferencia Episcopal Argentina lamentó su fallecimiento y destacó que Menapace logró “compaginar la profundidad del Evangelio con las expresiones sencillas de nuestro pueblo”. Su vida, dijeron los obispos, fue “primero vida antes que palabra”, una frase que resume con justeza su legado: vivió como predicó, y predicó como vivía.
Fue distinguido con premios como el Konex al Mérito en literatura juvenil (1994) y la Faja de Honor Padre Leonardo Castellani (1995) por su libro El amor es cosa seria.
Este sábado, sus restos serán velados de 11 a 22 en la capilla del monasterio Santa María, y el domingo desde las 8. A las 11 se celebrará la misa de cuerpo presente, tras la cual será sepultado allí mismo, en el cementerio del monasterio que fue su hogar.
Mamerto Menapace partió en silencio, como vivió. Pero su voz seguirá viva en sus textos, en sus grabaciones, y en el recuerdo de los que lo conocieron. Fue puente entre el Evangelio y el pueblo, entre la tradición y la ternura, entre la fe y el fogón.
Se fue el monje del mate y los cuentos, el sacerdote del silencio y la palabra, el hermano mayor de una Argentina que todavía necesita voces como la suya. Pero dejó sembrado su mensaje, y como buen sembrador, supo que no vería todas las cosechas.
Mamerto ya descansa en Los Toldos. Pero sus cuentos, su humor y su fe seguirán andando por los caminos.
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