Cuando la disputa de poder en la AFA se resolvió con la creación de una liga profesional que funcionara como satélite de la asociación y para atender únicamente los intereses de los clubes que conforman la máxima categoría del fútbol argentino, no hubo voz que se opusiera a un reglamento que, entre otras cosas, ponderaba el rigor económico – administrativo. “Fair Play financiero”, un concepto que indica que el cumplimiento financiero debe ser igual para todos los clubes y que aquellos que no lo atiendan pueden ser sancionados en el terreno deportivo.
De palabra, todos celebraron la iniciativa. Sin excepciones, cada dirigente admitió que tal cosa no podría suceder dentro de la AFA y todos se jactaron de poder empezar de cero. Minga. La administración de la Superliga contrató una consultora para que todas las declaraciones juradas sobre el pago de sueldos de los contratos de futbolistas estuviesen al día. Los datos de la consultara se cruzan con los de Futbolistas Argentinos Agremiados. Y cuando hay incongruencias, se piden los descargos de los clubes y si no se saldan, se adjunta el informe al Tribunal de Disciplina –también propio, sin los “vicios” del que funciona en Viamonte- que toma una determinación.
En sus primeros fallos en la materia, sancionó a San Lorenzo con la quita de seis puntos y la prohibición de fichar jugadores. Frente a un caso similar de Huracán, repitió la pena. Ambos clubes apelaron –y están en su derecho de defensa, por supuesto-, pero mientras espera que se confirme la sentencia los clubes que son clásicos rivales, se aunaron en la lucha por conseguir adeptos que los respalden. Y en gran medida lo consiguieron.
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El vicepresidente tercero de Estudiantes de la Plata, Pascual Caiella, reprodujo a la salida de la reunión del hotel en que se reunieron buena parte de los dirigentes de clubes de la Superliga, pronunció una máxima de Julio Grondona: “Los puntos se ganan o se pierden en la cancha”. Aseguró que sus pares opinan así y que espera que la determinación del Tribunal, no confirme el fallo inicial. Que se legisle en adelante. “Una perdonadita”, como pide algún alumno revoltoso cuando lo mandan a “firmar” a dirección.
Los argumentos son por demás insólitos: porque señalan que la situación económica del país no acompaña al espíritu saludable de hacer bien las cosas. Cómo si la Argentina no acumulara más tormentas que climas propicios. Los dirigentes, al parecer, les gusta los buenos postulados, pero son reticentes a ponerlos en práctica. La doble moral de predicar lo que no se está dispuesto a hacer. En Puerto Madero, parece, las mañas tienen el mismo lugar que en el edificio que había que “ponerle una bomba” para empezar de cero.