Pep Guardiola decidió descartar a Claudio Bravo. Lo había hecho la temporada pasada, cuando el entrenador le quitó la titularidad para darle confianza a Wilfredo Caballero, por entonces arquero suplente del Manchester City. Caballero se fue a mitad de año, pero Pep no le devolvió la continuidad al chileno, sino que gastó una fortuna para incorporar a Ederson Moraes, un guardavallas brasileño que jugaba en el Benfica portugués.
Ederson, con el correr de los partidos, se convirtió en una pieza clave para su equipo: tuvo actuaciones soberbias que lo transformaron en uno de los mejores arqueros de la Premier League. Y Bravo se quedó en el banco de suplentes, relegado a jugar exclusivamente los partidos por copas locales, torneos de segundo y tercer nivel, sin mucha importancia.
Ayer, Manchester City venció al Leicester en los cuartos de final de la Copa de la Liga, y lo hizo gracias a Bravo: atajó un penal y metió a su equipo a la semifinal del certamen. Al final, en los festejos, el entrenador fue a saludarlo, a abrazarlo. Y a Bravo no le gustó mucho el gesto.
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