La sonrisa del Loco Gatti alzando el trofeo parece más reluciente aún en los reflectores de uno de los vestuarios del estadio Centenario.
Boca al fin hacía su realidad de contar con la Copa Libertadores, después de casi tres lustros. El primero de los dieciocho logros que el club ostenta. Pasaron 40 años de aquella epopeya, que bien vale la pena recordar.
El Xeneize, de la mano de su inefable presidente, Alberto J. Armando fue el primer equipo argentino, en el año 1963, en expresar su interés por la por entonces llamada ‘Copa de Campeones’. Es que el formato era distinto y por aquellas épocas, participaban solamente los campeones de cada país y Boca, cedió tras dos recordadas finales ante el Santos de Pelé, por un global de 5-3.
Boca accedió a la edición de las copa de 1977, luego de haber obtenido los torneos ‘Metropolitano’ y ‘Nacional’ del año anterior. Se armaban parejas por países y junto con River, el otro representante argentino (ya ingresaban también los subcampeones), iba a disputar el grupo ‘1’ junto con los uruguayos.
El tránsito del equipo boquense, conducido por ese viejo zorro que fue Juan Carlos Lorenzo, fue realmente muy tranquilo. A punto tal que se clasificó para la segunda fase antes de disputar (con River) el último partido de la ronda y sin haber recibido goles en contra.
Quizá lo que ocurrió en el primer partido (victoria sobre la hora ante River con gol de Mouzo tras el rebote de un penal que ejecutó el propio defensor que había dado en el poste derecho y en la espalda de Fillol), fue todo un presagio.
‘Hacíamos un gol y estaba prácticamente consolidada la victoria” recordaba Francisco ‘Pancho’ Sá, que jugó en Boca la segunda mitad de la década del 70 y fue factor importante de aquellos primeros logros en el plano internacional, de su historia.
Luego, llegaban los cinco ganadores de cada uno de los grupos a los que sumaba el último campeón, armando dos grupos de tres, de los cuales saldrían los finalistas.
A Boca le tocó Libertad de Paraguay, a quien venció por 1 a 0 en ambos partidos y Deportivo Cali, dirigido por Carlos Salvador Bilardo, con quien igualó 1 a 1 (inolvidable zapatazo de Pancho Sá) en Colombia y venció en La Boca por 2 a 1. Hasta que llegó el esperado momento.
Boca volvía a la final después de catorce años. En el primer partido, jugado en la Bombonera, el Xeneize se puso arriba en el marcador a los 4 minutos, por intermedio del ‘Toti’ Carlos José Veglio (del estruendo cesaron en su funcionamiento los dos relojes que estaban en el techo de los viejos palcos, uno de los cuales marcaba la hora y el otro, el tiempo de juego), pero no pudo ampliar el marcador.
En la revancha, jugada en Belo Horizonte, Boca tenía el partido controlado y se traía la copa. Pero un potentísimo remate del temible Nelinho, a pocos minutos del final, obligaba a ir a Uruguay para el tercer y definitorio encuentro. La bruma que envolvía el estadio Centenario, hizo que el partido se postergara por un día más. Boca fue muy superior, ante un Cruzeiro que parecía solamente dispuesto a llegar a la definición por tiros desde el punto del penal.
Así se consumieron los 120 minutos y fue turno de los penales. Boca había convertido los cinco suyos (en el primero de ellos Mouzo había estrellado el balón contra el palo derecho pero el juez hizo repetir por adelantamiento del arquero Raúl) y Cruzeiro, los cuatro primeros. Llegó el turno de Vanderley y las manos mágicas de Gatti (‘lo vi con mucho miedo, me jugué a una punta y acerté y ahí reviví’ diría el Loco años después) viajaron sin escalas hacia el cielo. Boca al fin tenía la ansiada copa. Luego vendría otra seguidilla de consagraciones en el plano internacional. Pero el sabor de la primera es siempre especial.
Un detalle que pinta de cuerpo entero como eran de disputadas las copas de entonces. La necesidad de realizar un tercer partido, obligó a la organización a incluir, en el mismo vuelo, tanto a los dos planteles, como a la terna arbitral. Al argentino Roberto Mouzo, le tocó compartir el asiento con el juez uruguayo Ramón Barreto, quien había dirigido la segunda final y que ahora le tocaba ir a una de las líneas.
Cuenta el zaguero que, todavía con resabios de bronca, Barreto repetía ‘estos me las van a pagar’. Con curiosidad Mouzo le preguntó que era lo que había pasado y el oriental le contó que, en el entretiempo de la final disputada en Belo Horizonte, unos hinchas de Cruzeiro habían ingresado a su vestuario, con actitud intimidante, ‘¿Y usted que hizo’? preguntó intrigado Mouzo ‘Y, yo sé boxeo’, le contestó Barreto, explicando la forma en que los disuadió.
comentar