Arranca con Brasil en un amistoso, pero piensa en los puntos con Uruguay que serán determinantes para llegar al mundial de Rusia ¿Quién es Sampaoli? La pregunta que atormenta al establishment del fútbol empieza a tallar su respuesta.

De grande, tiempo prudente antes de cumplir los 60, el establishment le abrió a las puertas. No de par en par, pero la entornó lo suficiente para que pudiera pasar por el sitio que nunca imaginó ver por dentro. No hay que enmascararlo de otro modo, porque hay cantidad suficiente de evidencia para afirmar que Jorge Sampaoli no estaba en boca de nadie. “Si lo eligen técnico de la selección me voy a vivir a Turquía”, sentenció Carlos Bilardo, campeón del mundo en 1986 y subcampeón en 1990, pero principal fundamentalista de una elite impermeable para dirigir al seleccionado.

Eso era, un paria. O ni siquiera, porque nadie lo podía señalar con el dedo porque no sabían de él. Su nombre se construyó de otro modo. Sampaoli es un lado B. Se lo puede encolumnar detrás de la figura de Marcelo Bielsa, pero el Loco no es su mentor directo, como sí lo fue Claudio Vivas, por ejemplo. No, Sampaoli lo absorbió del mismo modo que un espectador se inspira con un artista: mirándolo desde abajo del escenario, sin acceso a bambalinas.

Jorge Sampaoli

El Loco lo inspiró en formas, métodos y la impronta. “El es mejor que yo”, lo acarició Bielsa en una conferencia de prensa cuando le preguntaron su parecer. Hizo propio un sistema que tomó de su referente. Su condición de ex jugador le ofreció las mismas herramientas que al actual entrenador del Lille de Francia. Ninguno trascendió en la cancha ni llegó a DT con el viento de cola de una carrera como futbolista. Sampaoli, menos.

Rara avis del fútbol, puede hacer un curriculum en el que convivirían los años detrás del mostrador de un banco, o del de un juzgado de Paz certificando cuanta muerte hubiera en el pueblo, firmando libretas de matrimonio o rubricando partidas de nacimiento. Alguno orgulloso podrá mostrar su acta fundacional con la firma del técnico y no como un autógrafo. Al menos si es vecino de Los Molinos, cerca de Casilda.

Pero en otra hoja estará que fue campeón como entrenador de la Universidad de Chile, club que además consiguió un título internacional, la Sudamericana, bajo su conducción. Luego –acá por primera vez supimos de él, vamos- su paso por la selección trasandina, con la conquista tan dolorosa de este lado de la cordillera. También acotará su experiencia europea en el Sevilla de España.

JOrge Sampaoli

Lo que no dirá él, sino sus amistades o sus cuentos –sí, el DT tiene publicados algunos-, son las anécdotas que construyen su trayectoria por el lado de la sombra de la Argentina, sin linaje ni cofradía, a dedo para llegar a destino; durmiendo en un cuartel de Bomberos para dirigir afuera, donde el fútbol suele ser contado como un producto de outlet; o subiéndose arriba de un árbol para dirigir desde allí por estar suspendido. También lo de la rodilla rota que lo sacó de las inferiores de Newell’s.

A Sampaoli las cosas se le dieron distinto, no fue al baile a buscar compañera. De repente aparece en la pista con la más linda, ante la mirada de millones, que quieren que no solo la bese, sino que tenga hijos. Porque la Selección todavía no está clasificada al mundial, pero la exigencia es ser campeón en Rusia.

Entonces, la pregunta que tanto atormenta a Bilardo -¡¿Pero, quien es Sampaoli?!- no tiene una respuesta urgente, porque no importa su derrotero sinuoso sino qué hará en la Selección y hasta dónde llegará. Eso contestará la pregunta.

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