Gallardo tiene como entrenador la ventaja que no tuvo como jugador; ahora no necesita correr, con pensar le basta. El juego de palabras le pertenece al mismo Muñeco que de tanto en tanto lo dice entre allegados muy cercanos. Es que el techo que su propio cuerpo le puso a su carrera como futbolista, ahora se le corrió de los parámetros de crecimiento y no parece haber límites para ganar, gustar, competir y festejar y para luego volver a empezar como si fuera un círculo solo virtuoso.
Cuando jugaba tenía el partido en la cabeza, la cancha en la visión panorámica y la táctica en cada decisión, pero como alguna vez dijo un colaborador muy cercano; “Era el motor de una Ferrari, adentro de la carrocería de un Corsa”. Sin ir más lejos el propio Sabella, que lo llevó a primera con 16 años y se lo metió casi de prepo a Passarella en la selección, advirtió que tenía una enciclopedia de fútbol en la cabeza.
Quizá en su afán por competir y ser el mejor con la sombra de la era post Maradona como un látigo y con dos ídolos jugando a la par como Francescoli y Ortega, Gallardo no vio en ese momento que estaba madurando un entrenador extraordinario. Un técnico que iba a completar la carrera de ser el mejor, pero haciendo que otros hagan dentro del campo lo que su cabeza le dictaba a su cuerpo con menos suerte y respuestas cuando jugaba.
Tenía todo para estar a la altura de los grandes del fútbol mundial, todo menos el físico y ahora que ya no lo necesita, certifica que está en la élite de lo DT y que lo ande buscando el Barcelona, que le llueven ofertas de Francia donde lo aman, que haya sido y siga siendo el candidato para la selección nacional siempre, que todo el mundo del fútbol aplauda a sus equipos y que con apenas 6 años de profesión activa haya logrado quedar en la historia.
Hace poco Miguel Russo dijo que Gallardo cambió la manera de jugar en la Copa Libertadores explicando el método de la presión ofensiva y el quite como variante de ataque. Las vueltas harán que en esta nueva final de Copa Libertadores se enfrente a un equipo que tomó al pie de la letra el método Gallardo, Flamengo.
He aquí una variable para entender el fenómeno Gallardo que acompañado por los resultados convenció a propios y ajenos que la tenencia de pelota y el ataque con superioridad numérica no tiene que ver ni con la condición de local o visitante, con jugar a nivel nacional o extranjero o con enfrentar a Boca o Emelec.
Otra razón del fenómeno es la tenacidad y la voracidad por competir y estar en la pelea, una y otra vez, como si la gloria fuese ir por más gloria y como si los laureles fueran de papel descartable. Reinventarse, ir por más, no relajarse, son algunas frases que son mucho más que frases de conferencia de prensa.
Los títulos por semestre que consiguió además de premios son la explicación que no hay baches y que la marcha nunca se detiene. Ganar para ganar y no ganar por ganar.
Hace poco en una charla de fútbol con gente que trata a diario con Gallardo se habló del interrogante de cómo podía ser su manejo en zona de crisis. Pocos días después en una conferencia el Muñeco recordó aquel partido con Lanús que pudo haber sido un fin de ciclo y acabó siendo la sangre que bombeó más fuerte para que todo acabará en las finales ganadas a Boca en 2018.
Al pasar recordaron aquel 0-5 ante Boca en 2015, los casos de Doping, una derrota ante Boca por 4-2 en el Monumental, la salida de jugadores claves de modo inesperado como Teo o Alario, los cambios de planteles; todas fueron crisis que superó con una rapidez asombrosa y de todas salió más fortalecido como conductor y sobre todo se hizo más fuerte el plantel.
Pasaron 5 años y medio desde su llegada a River y más de medio centenar de jugadores, algunos tuvieron éxitos resonantes y otros quedaron varados en el muelle de los intentos. Pero en algo todos se parecen, ninguno hizo mención alguna de queja contra Gallardo. Los exitosos agradecen y los otros se hacen cargo y maldicen no haber aprovechado el momento. No es casual el discurso homogéneo de todos.
A esta altura corta de los acontecimientos y mientras River acostumbró a todos a un modo de juego y a un sello que no cambió en todo este tiempo, Gallardo sigue creciendo y sorprendiendo con planes que lo tienen primero en la Superliga, en la final de la Libertadores y a las puertas de otra final de Copa Argentina.
Todo como sí nada, como si fuese natural, como el simple pase que daba para dejar a un compañero en zona de beneficio. Gallardo ya logró como entrenador tener la trascendencia que como jugador debió haber tenido y no pudo porque la carrocería no le daba.
¿Dónde estará su techo?. Nadie lo sabe, ni él mismo lo debe pensar. Lo que está claro es que si en el Barcelona de Messi lo nombran, es porque “la enciclopedia del fútbol que tiene en la cabeza”, está destinada a ser traducida a unos cuantos idiomas.
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