La victoria frente a Brasil merece ser reconocida y valorada por la oferta individual y colectiva que mostró la Selección, denunciando una superioridad que en el segundo tiempo se manifestó con absoluta claridad y que le permitió a Messi coronar su regreso con una producción valiosa.

No fue un triunfo más. De ninguna manera. No importa que haya sido un partido amistoso. Hay triunfos que trascienden la naturaleza de un cruce que no se da ni en una Eliminatoria ni en un Mundial. Y este 1-0 ante Brasil en Arabia Saudita, que considerando el desarrollo y las posibilidades de gol, debió ser más amplio, hay que inscribirlo como un encuentro que podría simbolizar el arranque definitivo de una Selección que después de Rusia 2018 tuvo la necesidad imperiosa de reconstruirse.

Lo importante es que esta Selección que conduce Lionel Scaloni a partir de la confirmación que surgió en julio pasado cuando se reunieron el Flaco Menotti y el presidente de AFA, Claudio Tapia, supo reconstruirse a pesar de la negatividad qué expresó el ambiente del fútbol argentino, muy sensible a ubicar en el cargo a Marcelo Gallardo.

Sin embargo, la Selección fue creciendo. No desde el voluntarismo. No desde el deseo despojado de contenidos. Sí desde una convicción que ante Brasil se manifestó con absoluta claridad. Porque Argentina superó a Brasil en juego, en potencia y en agresividad para recuperar la pelota y después imponer una buena circulación durante largos pasajes.

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Con gol de Lionel Messi, Argentina le ganó a Brasil en Riad

Por eso no fue una victoria irrelevante la que conquistó Argentina en Riad. Ratificó que lo que se venía desarrollando luego del colapso en el último Mundial estaba acompañado por respuestas valiosas. Incluso sin la presencia de Messi. Ahora, con Messi, en el equipo luego de la suspensión que padeció después de la Copa América, esas señales se mantuvieron firmes.

Hay partidos que definen rumbos. Para bien o para mal. Este partido, aún sin brillos ni relieves extraordinarios, va a ser de una enorme utilidad para la Selección. Porque alienta una consolidación del proyecto. Una consolidación anímica y futbolística. Así ganó la Selección. Sin dejar dudas. Sin mostrar flaquezas que el rival pudiera facturar, más allá del penal en el arranque por intenta salir desde el fondo con demasiada suficiencia, arriesgando por demás.

Pero un error no puede tapar el resto, aunque pudo haber cambiado la perspectiva del partido. La realidad es que denunció fortaleza Argentina durante los 90 minutos. ¿Cómo se reconoce esa fortaleza? En la actitud general. En la presencia del equipo. En la solidaridad que revelaron todos a favor del control de la pelota y también cuando la pelota la manejaban los brasileños.

El gol de Lionel Messi para el triunfo de la albiceleste

No fue una casualidad que Brasil no pudo elaborar jugadas claras de gol. No exigió a este estupendo arquero que es Andrada. Insinuó Brasil. Nada más. Y no llegó. Argentina lo asfixió. Pero no metiéndose atrás. No aguantando el partido. No especulando. Lo asfixió en todos los terrenos, hasta poner en evidencia su impotencia.

Cuando Messi aprovechó el rebote corto del arquero Allison en el penal a los 12 minutos del primer tiempo, cualquiera podía imaginar que Brasil se convertiría en un vendaval ofensivo. Nada de eso ocurrió. Le faltaron recursos a Brasil. Y le faltaron recursos porque la Selección minimizó a este Brasil, siempre candidato a ganar todo lo que tiene por delante.

Planteamos antes que el 1-0 se quedó corto. En especial por la producción global de Argentina en el segundo tiempo, cuando pudo liquidar el desafío con mayor amplitud. Lo estaba liquidando en el juego y tenía que extender esa superioridad en el arco adversario. En este punto no tuvo la precisión indispensable.

Pero esto es lo que transmitió el desarrollo de la segunda etapa. La convicción y la solidez del equipo para ir creciendo sobre la marcha. Para complementar ese perfil de equipo que juega y de equipo que además encuentra un rasgo muy aguerrido. Esta combinación no es algo que aparece de la noche a la mañana. Se fue haciendo. Como, por ejemplo, lo certificó en el 2-2 de octubre pasado frente a Alemania, cuando luego de un primer tiempo que pintaba para la catástrofe, se recuperó en los últimos 45 minutos, sacó un empate y estuvo a punto de ganar.

Ese episodio reciente tampoco fue casual. Marca algo. Define algo. ¿Qué es? Qué se siente fuerte esta Selección. Que se ve fuerte. Que se siente segura, aunque esto no significa que no va a perder nunca. Es la sensación que proyecta. Quizás por todo eso el 1-0 a Brasil parecía muy difícil que se diera vuelta.

No estamos diciendo que Scaloni es un fenómeno. Pero el entrenador y su grupo de colaboradores más cercanos (Roberto Ayala y Walter Samuel), lograron darle a la Selección una consistencia y un volumen que no tenía. Y hay que repetir esto que ya comentamos: con Messi y sin Messi.

Ahora Messi encontró un equipo. Y se lo notó muy participativo, aun sin regalar genialidades. Con un Messi con mayor sintonía fina en sus resoluciones (en particular en las dos oportunidades que tuvo en el primer tiempo), el resultado habría sido más generoso.

Por encima de la chapa final, se dibuja la evolución sostenida de Argentina. Los que quieran bajarle el precio, tendrán que hacer variados esfuerzos. Enfrente estuvo Brasil. Y la Selección le ganó con autoridad.

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