El 4-0 a México no fue lo más significativo, sino el rendimiento individual y colectivo que reveló Argentina en todas las facetas del juego, instalando además la potente sensación de haber encontrado un perfil de equipo después del durísimo colapso en Rusia 2018 

¿Quién hubiera imaginado hace poco más de un año, después de la derrota por 4-3 ante Francia por los octavos de final de Rusia 2018, que en apenas catorce meses podría armarse una nueva Selección que encontrara una idea y un registro muy cercano a un funcionamiento? Nadie.

¿Quiénes y cuántos eran lo que saludaron con verdadera complacencia que el presidente de AFA, Claudio Tapia y el Flaco Menotti luego de una reunión en la AFA programada para el 11 de julio decidieran que Lionel Scaloni y su grupo de colaboradores fueran confirmados hasta el Mundial de Qatar, en el caso de superar la instancia de las Eliminatorias? Pocos, muy pocos.

Los hechos consumados vienen reflejando que se fue construyendo una nueva Selección y que la ratificación de Scaloni hace dos meses fue una medida tan resistida por el ambiente del fútbol argentino como acertada.

Algo valioso está surgiendo en la Selección. Y lo valioso no se enfoca con exclusividad en el estupendo 4-0 a México conquistado en Estados Unidos. Venía anunciando esta renovada Selección que jugó en el reciente 0-0 frente a Chile y en la rotunda victoria ante México sin la presencia de Messi ni de Agüero, que tenía un contenido futbolístico en proceso de clara evolución.

Lo había demostrado en la Copa América en Brasil, después de un arranque titubeante. Pero a partir del tercer encuentro con aquel triunfo 2-0 contra Qatar, comenzaron a manifestarse señales favorables, luego confirmadas ante Venezuela, incluso en la derrota con Brasil y en el cruce por el tercer puesto frente a Chile.

Hablamos de señales individuales (los aportes de Foyth como lateral derecho, de Paredes como un volante central con presencia, recursos, timing para anticipar y buen pase ofensivo, de De Paul como un interior con toque, panorama y lectura de la jugada, de Lautaro Martinez con su polenta y efectividad para resolver) y de volumen colectivo.

Esos rasgos positivos que se expresaron en Brasil y que llegaron a ser subestimados por amplios sectores de la prensa que ya habían destrozado a Scaloni en virtud de su falta de experiencia y del favoritismo que ostentaba como candidato Marcelo Gallardo, se profundizaron en esta minigira por Estados Unidos, que terminó arrojando un saldo que superó las expectativas de los optimistas más convencidos.

Y hay que repetir que este saldo no habría que circunscribirlo a las cifras finales que adornaron la victoria ante la selección mexicana que conduce Gerardo Martino, que llegó al partido con el antecedente de diez triunfos y un empate.

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El 4-0 por supuesto no deja de ser impactante. Pero es más valioso lo que mostró Argentina. El perfil de equipo que mostró. Y el funcionamiento que denunció para defender los espacios, para crear juego y para lograr varias combinaciones en función de ataque y contraataque que trascendieron la chapa del resultado.

No es que la Selección de Scaloni fue una maravilla insuperable. Pero la verdad es que jugó como hacía mucho tiempo no jugaba. Y no exageramos. Jugó con una autoridad infrecuente, manejando el partido desde el arranque (el primer tiempo fue demoledor con tres goles de un implacable Lautaro Martínez y con un penal ejecutado por Paredes, cada vez más influyente) hasta el cierre.

Este formidable rendimiento de Argentina enriquecido por las presencias de Martínez Quarta en el fondo y de Exequiel Palacios en el medio y en tres cuartos, minimizando el potencial de México, pareció concretarse en sintonía con un crecimiento progresivo del equipo.

Crecimiento que ya había experimentado en el primer tiempo frente a Chile en Los Angeles. Y crecimiento que antes se advirtió en la Copa América, aún con un Messi muy por debajo de sus posibilidades creativas. Con un Messi que de máxima jugó para cinco puntos, la Selección dejó instalada en Brasil una sensación: podía esperarse un relieve colectivo superior.

Aquellos que no lo veían o no querían verlo, ahora se encontraron con este presente del equipo. Que no lanza a Scaloni a ningún estrellato. Pero lo deja muy bien parado de cara a los próximos compromisos (por ejemplo el 9 de octubre Argentina enfrentará a Alemania en Dortmund y otro rival a confirmar y tendrá otra doble fecha FIFA en noviembre antes del arranque de las Eliminatorias en marzo de 2020), ya con una Selección en marcha.

En definitiva, a catorce meses del colapso en Rusia 2018, Argentina elaboró el duelo y el diseño de un nuevo plantel que se fue configurando como un equipo. Nos decía Menotti en una nota reciente que para noviembre, Scaloni debería tener “a trece, catorce o quince jugadores que fueran de él”.

Creemos que el entrenador ya los tiene. Como ya tiene la Selección una orientación futbolística. Juega y delata una idea en campo propio y en campo ajeno. No es menor el mérito. El estímulo pudo haber sido el 4-0 a México. Pero el mejor premio es la perfomance del equipo. Lo que siempre se buscó. El valor agregado del equipo. Y está latente el salto de calidad que pueden darle Messi y Agüero. Ya no como salvadores. Sino como integrantes destacados de una estructura.

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