Seis partidos de un total de quince, sin hacer un gol. De ellos, los dos últimos consecutivos. Con el mejor jugador del mundo y sin él en alguna ocasión. Con el poderío individual de nombres rutilantes que en sus clubes brillan sin permitir eclipses. Con tres entrenadores diferentes: el Tata Martino desde un principio hasta la sexta fecha, el Patón Bauza en la consecutividad hasta la fecha catorce y desde ahora y con un partido, el tiempo de Sampaoli. Y con la tabla a la vista, solamente superando en cantidad de goles a favor a Bolivia, teniendo menos que su próximo rival, Venezuela, que marcha último cómodamente. Un gol por partido como promedio. Magro. El tema queda planteado. ¿Por qué Argentina no convierte en estas eliminatorias? ¿Por qué le falta gol?
El problema, porque eso es, un problema que repercute directamente en la marcha del seleccionado rumbo a Rusia, atraviesa todos los sistemas tácticos y los planteos estratégicos efectuados. Pero con jugadores en común. Es la gran deuda que arrastra la Selección en lo que hace a sus mejores figuras, “los de adelante”: no sumar en la Selección los goles que son capaces de hacer semana a semana en sus clubes.
¿Falta de entrenamiento común en cualquier club? Sería una respuesta facilista. A este nivel máximo, el ensamble de las mejores piezas debería ser perfecto, o casi. Pero Argentina no suma. Resta o divide. Y así, de la ilusión por ver un gran circuito de ataque entre Messi, Dybala e Icardi, se pasó en la noche montevideana a un cortocircuito con chispazos inofensivos. ¿Es falta de trabajo de los entrenadores? ¿O es un problema humano y profesional pese a que varios vienen siendo compañeros desde hace casi diez años? Sumamos al eterno Di María a esta historia y por esta vez obviamos a Higuaín. Mientras tanto, la falta de gol en la carrera mundialista aguarda que Venezuela sea una pausa. Una necesaria pausa...