Racing es un caso testigo. Por ejemplo, de los apuros del ambiente. De las urgencias para convertirlo en un equipazo que naturalmente no es. De la velocidad con que se interpretó que el entrenador Eduardo Coudet había logrado transformar a Racing en una expresión futbolística formidable.
Si el Chacho Coudet se creyó esos cantos de sirena o los dejó a un costado relativizando una catarata de elogios desmesurados, solo Coudet lo debe saber. La realidad es que semejantes grandilocuencias para medir los buenos momentos que tuvo Racing durante algunos partidos de este año, caminaban de la mano junto con la venta de humo.
El problema central es que esa venta de humo haya confundido a los jugadores. O al cuerpo técnico. O a los dirigentes. O a los hinchas. O en pleno a toda la comunidad racinguista. En los últimos días, Racing cayó de local ante Colón 3-1 y quedó afuera de la Copa Libertadores 2019, despertando una oleada de críticas fuertes. Y el pasado jueves perdió 1-0 frente a Sarmiento de Resistencia (club que juega en el Federal A) y se despidió de la Copa Argentina encendiendo algo más peligroso que alarmas circunstanciales. En definitiva, se le movió el piso a la Academia.
Coudet, después de la derrota inesperada ante Sarmiento, hizo catarsis. Y entre otras consideraciones pesadas que abarcaron la fragilidad anímica y futbolística que reveló el equipo, afirmó sin medios tonos y con una bronca indisimulable: “Faltó todo. Fue muy malo. No le encuentro explicación. Fue un verdadero papelón. Tiramos seis meses a la mierda”. Conceptos, que en general, también, aprobó el presidente Víctor Blanco, subiendo la apuesta y sentenciando: “Este resultado nos dejó muy mal parados y no hay excusas. Vi muchos jugadores que no estuvieron a la altura de Racing. Los vimos todos”.
Se sabe que Coudet no es un hombre que precisamente transmita serenidad. Si contagia algo en particular es una pasión en muchos casos excesiva que lo lleva como técnico a hablar y gesticular durante los 90 minutos de cada partido, como si cada partido fuera la final del mundo. Esta conducta pasional de Coudet, similar a la que suele denunciar el Cholo Simeone, siempre afecto a frecuentar actitudes alejadas del equilibrio emocional, es probable que lo haya empujado en el cierre de la temporada a decir lo que un entrenador no debería decir públicamente.
¿Por qué? Porque él se pone al margen. Porque se pone afuera del episodio no deseado. Cuando Racing ganaba estaba adentro. Cuando Racing pierde y defrauda, está en otro lado. No son inteligentes ni positivas este tipo de manifestaciones. Porque dejan heridas. Y heridos. Un técnico no puede vomitar su gran insatisfacción sin asumir sus propias responsabilidades. No puede transferir responsabilidades, aunque entienda que todo lo que planificó y habló no se cumplió por distintas fallas que fueron marcaron el rumbo de la derrota.
Las circunstancias que envolvieron a Racing en el primer semestre de 2018, con Coudet al frente del plantel y con Diego Milito como manager, reflejan la dinámica espasmódica del fútbol argentino. En esas olas triunfalistas que imponen los medios cuando se encadenan un par de resultados favorables, las medidas de los elogios son desproporcionadas. Se habla maravillas hasta de un gol convencional. O de una atajada del montón. O de una gambeta común. Los protagonistas principales que siempre son los jugadores, terminan fagocitados por ese microclima de alta toxicidad.
Y cuando se suceden un par de caídas inesperadas como las que padeció Racing frente a Colón el lunes 14 y ante Sarmiento de Resistencia el jueves 17, todo parece desmoronarse con una facilidad asombrosa. Deberían ser los entrenadores (los más jóvenes y los más experimentados) los que en el show de la victoria y en la trastienda de la derrota mantengan una calma prudente. Y no acompañen esos rituales de excesos naturalizados por el ambiente.
El caso testigo de Racing está al alcance de cualquiera que tenga deseos de analizarlo. En los meses transcurridos de 2018 se inflaron sus producciones y también los rendimientos de varias individualidades. Se caracterizó a Coudet como el entrenador que Racing venía necesitando desde hace mucho tiempo por todo lo que le proponía al equipo.
Demasiada velocidad. Demasiado apuro. Hasta que pasó lo que pasó. Racing no era un equipazo. Ahora no es un equipito. Aunque Coudet camine por las paredes. Como ya parece ser su costumbre.