El equipo del Mellizo tiene todo claro, mientras que Gallardo debe definir algunos puestos además del esquema. Un choque histórico con un título de por medio

La fantasía de ver en una final frente a frente a Boca y River está a un par de días de hacerse realidad. Será oficial, por una copa, en cancha neutral y como se sabe siempre después de un superclásico nada será igual, y mucho más si lo que se disputa es un torneo oficial.

La dimensión del choque se origina en que sólo una vez en la historia Boca y River definieron cara a cara un torneo oficial, en el lejano 1976. Era el torneo Nacional y gracias a una avivada del Chapa Suñé en esa noche de diciembre la gloria se la llevó Boca.

Luego de eso hubo choques recordados por Copa Libertadores, Sudamericana; pero nunca llegaron a un mano a mano como va a suceder el miércoles en Mendoza. Son Boca y River los que le dan entidad a una copa que suele festejarse no más de un par de días, pero ahora promete ser muy diferente, en gran parte por los protagonistas que se la disputarán.

Quienes se encargaron de jugar el clásico coinciden en una sola cosa a través del tiempo. Un Boca y River no tiene memoria una vez que la pelota empieza a rodar, nada del pasado reciente y lejano importa. Un ejemplo cercano y rápido, es el último superclásico. Boca llegaba invicto y victorioso al Monumental para enfrentar a un River derrumbado por la eliminación contra Lanús por la Libertadores tras tener la final en la mano. Es cierto que ganó Boca, ¿pero esa diferencia en la previa se notó en la cancha? De ninguna manera, el empate hubiese sido un resultado lógico para un clásico sin muchas diferencias.

Ahora sucede algo de esto. Boca viene puntero del campeonato, con un rendimiento futbolístico gris, pero líder y con una victoria ante Tigre que lo revitalizó, no tanto por su juego exhibido, pero si en lo anímico, un valor que se cotiza en este fútbol bipolar.

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River viene mal. No tiene nada de lo que supieron tener los equipos de Gallardo. Es una formación que perdió la identidad, donde jugadores insustituibles hoy deben hacer méritos para justificar ser titulares. River llega tras ganar en el torneo local después de un mes, -sí después de un mes-, y en el último minuto. Para Gallardo y sus muchachos es un empujón anímico, al menos para reencontrarse con su juego. Para el miércoles, Boca tiene sus jugadores y también el esquema muy claro. Guillermo confía ahora que los intérpretes, -impulsados por lo que significa el partido-, agreguen ese plus necesario para encarar este tipo de partidos.

Gallardo se ha convertido en un problema para Boca desde que se puso la pilcha de técnico. Lo eliminó de dos competencias internacionales mano a mano, con un juego áspero y friccionado, armas más cercanas a su rival que a la historia del Millo. Ese daño todavía está presente en los hinchas de Boca, y Gallardo quiere revivir aquellas jornadas de 2014 y 2015.

El presente del Muñeco no está tan claro como el del Mellizo. Su dudas para el miércoles pasan más en la forma de elegir un esquema que le de un valor agregado a River que hoy no tiene, ya que si nos referimos a los nombres tienen 9 jugadores seguros (ver página 5).

Si Boca y River atraen por si solos, en una final todo se potencia. El jueves, ninguno será el mismo y en el balance del año la Supercopa tendrá su peso propio para evaluar trabajos y tomar decisiones.

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