Los que fueron a la multitudinaria marcha de #NiUnaMenos, mirados desde adentro.

1) Llora. Con rostro de mujer, ahí está ella entre la multitud. Las lágrimas la desbordan. Sentada en un cordón de la plaza de Congreso, rodeada de bombos, banderas, carteles. Conversan, saltan, gritan, cantan, todas. Pero ella no. Ella llora. De manera desconsolada. Con ambas manos, se cubre la cara. Trata de secarse las mejillas. Sus dedos tiemblan. Luego, una mano baja hasta el pecho y ahí se queda. Inmóvil. Allí, estampada aparece la cara de una chica joven. No tiene nombre. No hay leyenda. Pero, en ese instante, ambas están unidas nuevamente. Como si la inmensidad del alrededor fuera una puesta en escena exclusiva para ellas dos, que así vuelven a conectarse. Casi como un acto de magia. Brillantes, en los ojos de la mujer sentada sobre el cordón se visualiza amor. Y dolor. Fusionado.

Ella fue por eso. Porque sabía que la multitud la acompañaría. A ella, que llegó sola, y con sus piernas derrotadas, decidió sentarse en el cordón. No estuvo sola. La violencia machista le arrebató a su hija. Para siempre, como ocurre cada 30 horas. Pero otras, todas, esas que cantan, bailan y gritan, la abrazan. La elevan. La ayudan a gritar por justicia. La acompañan en el desesperado grito. Y ella, que llora, con el rostro surcado por lágrimas, esboza una sonrisa. Y se levanta.

2) Vanina Calvete. Así se llama. Está frente al Cine Gaumont. Allí, con otras, estuvo durante toda la marcha esperando por alimentos y productos de higiene donados, que serían destinados a Brisa y su familia. Brisa perdió a su mamá en diciembre de 2014, asesinada por su papá. Su madre destrozada con una maza. Su padre preso por femicidio. Y ella, con tres años, a cargo de su tía. Y Vanina que se vino desde San Martín, con el cartel de su amiga Liliana Garabedian, asesinada de hambre y sed. Lucha Vanina, por justicia por su amiga y por justicia para Brisa, desamparada. Vanina quiere una ley, que se llama como su amiguita Brisa. Para que las hijas y los hijos de las mujeres asesinadas no sigan en el desamparo. No se va a detener. No va a parar. Nada la detendrá.

3) El varón tiene 18 años. No más que eso. Luce orgulloso un cartel: "comencemos a cuestionar nuestros privilegios". Marcha junto a decenas de mujeres jóvenes. Que están rabiosas. Enojadas. Tristes. En ese instante el machismo implosiona, cuando es obligado a verse en el espejo. Desnudo, a la intemperie, queda sin argumentos. Ya no puede justificarse, ni sostenerse. Con varones que intentan dejar de ser machos. Con varones menos machistas, luego feministas, buscando una sociedad sin violencias. Sin muerte. Sin marchas por "Ni una menos".

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